Creo que era jueves, sí, es posible que fuese jueves. El día siguiente era fiesta, día de Todos los Santos. Las tardes eran cada vez más cortas y aquella parecía haberlo sido más, hacía algo de frío, creo que yo llevaba puesta la rebeca azul del uniforme del colegio.
Aquella tarde me entretuve a la salida de clase con Inma Carvajal y con Charito Fresnadillo. Habíamos estado haciendo planes para el día siguiente, queríamos salir por la mañana a dar un paseo.
Cuando volví a casa del colegio mi padre ya había llegado de trabajar. Normalmente yo llegaba antes.
- Y mamá, dónde está?
- Como te tardabas, ha bajado a darte el encuentro.
Debí haber olvidado que mi madre me había dicho que llegase pronto, que quería que fuésemos a ‘La plaza[1]’ a comprar para la cena y ‘los tosantos[2]’. Lo que no había olvidado es que mi padre me había prometido que me daría dinero para comprarme un babi nuevo cuando cobrase. Me había dicho unos días antes que el 31 cobraría y era 31. No recuerdo las palabras que le dije. Me enfadé mucho cuando me dijo que no me daba dinero para tonterías, que aguantase con el que tenía, no sé cuantas más cosas. Yo no me quedé corta, le reproché su falta de responsabilidad con nosotros. Creo que le insulté porque se enfadó mucho. No llegó a ponerse violento. Creo que me envalentoné, quizás me di cuenta de que no había bebido. Aún así, allí solamente estábamos él y yo y podía haberme dado un guantazo en cualquier momento viendo como yo me había puesto. Por menos me habría ganado una paliza. Sonó el timbre del portal, era mi madre, sin despedirme de él, bajé rápidamente todos los escalones hasta el portal y allí estaba mi madre, enfadada por mi tardanza. Le conté que él no me había dado el dinero para el babi. Ella ya no se atrevía a pedírselo y en esta ocasión me había tocado a mi dar la cara. Me quiso conformar diciéndome que el que tenía no me quedaba tan pequeño y me animó con ir a la Plaza a ver cómo habían adornado los puestos[3].
Cuando regresamos debían ser cerca de las nueve de la noche. Mi padre le había dicho a mi madre que tendría la mesa puesta para la cena cuando llegásemos. Por debajo de la puerta se veía un resquicio de luz. Mi madre metió la llave en la cerradura pero no pudo abrir. Volvió a insistir pero fue imposible, la llave abría pero el cerrojo estaba echado y solamente se podía abrir desde dentro. Llamó al timbre de la puerta. Mi padre no abría. Volvimos a insistir llamando con los nudillos. Mi padre no abría. Comenzó a llamarlo.
- Carlos, Carlos, abre.
- Papá, papá...
Después de un buen rato esperando... comenzamos a ponernos nerviosas, dentro no se oía ningún ruido, se veía luz por las ventanas y debajo de la puerta; mi madre subió por las escaleras de madera que llevan a la azotea, abrió la puerta y corrió a asomarse a la barandilla del patio al que da la ventana del cuarto de baño. Había luz en el cuarto de baño, la única hoja de la ventana estaba entreabierta y se veía el brazo de mi padre apoyado sobre el lavabo y la cabeza dejada caer encima. Mi madre comenzó a gritar llamándolo
–Carlos, Carlos!!!!
–Papá, papá ¡!!!!
No se movía.
Corrimos de nuevo escaleras abajo para intentar abrir la puerta, ahora mucho más nerviosas. Juan, volvía a su casa de trabajar y desde la escalera nos estaba viendo en el rellano dando golpes a la puerta.
–Qué pasa, qué pasa?
–Es Carlos, está dentro y no abre
–Y la llave?
–Está echado un cerrojo que sólo se abre por dentro. No puedo abrir.
En ese momento también llegó mi hermano Carlos, venía de Bellas Artes, subió la escalera corriendo al oír los gritos. Entre Carlos y Juan, tiraron la puerta abajo. Los cuatro corrimos por el pasillo hasta llegar al cuarto de baño. En cuanto le vimos creo que todos supimos que estaba muerto. Nadie gritó. Mi madre gemía diciendo no recuerdo qué, actuaba rápido, no sé qué hacia pero lo que hacía lo hacía rápido.
–Ven conmigo –me dijo Carlos. Salimos los dos corriendo escaleras abajo y luego calle abajo
–A dónde vamos?
–A buscar un médico.
Calle arriba venía mi tía Emilia agarrada como siempre del brazo de mi tío Santiago, se asustaron al vernos correr de aquella manera y casi al paso le dije que se subiera a casa, que mi padre estaba muerto. Llegamos sin aliento al Ambulatorio. Cuando nos vieron llegar salieron a nuestro encuentro dos personas para calmarnos. Carlos gritaba preguntando por un médico. Nos preguntaron para qué, y él contestó que quería un médico, que su padre estaba muerto. La respuesta fue que si estaba muerto, para qué queríamos un médico. Éramos dos chiquillos, él tenía 18 años y yo 13 y el celador aquél era un hombre mayor, creo que no supimos responderle. Luego nos dijo que el médico había salido a una urgencia, que le diésemos los datos que ya iría. Carlos dio los datos, los miró con desprecio y me dijo otra vez, venga... vamos, y volvimos a salir corriendo. Esta vez le perdí, él corría más que yo y le perdí. Me fui a casa. A mi padre le habían puesto sobre la cama. Estaba inmóvil, blanco. Al momento llegó el médico de toda la vida de la familia de mi madre, D. Eduardo. Y al ratito, llegó Carlos con el médico de cabecera, D. Adolfo. A por ellos dos había ido después de lo que pasó en el Ambulatorio. En unos minutos también llegó el médico del Ambulatorio. Los tres vieron a mi padre un instante y estuvieron hablando un momento. El primero en marcharse fue el del ambulatorio, luego se marchó D. Eduardo dando el pésame a mi madre y finalmente D. Adolfo le dijo a mi madre que mi padre había muerto de un infarto de miocardio.
Desde aquél día todo en nuestras vidas cambió. Pasaron muchas cosas. Algo que pasó ese día y que yo jamás logré explicarme fue por qué estaba echado el cerrojo de la puerta. Ese cerrojo solamente lo echaba mi madre cuando se iba a dormir y estábamos todos ya en casa, nunca antes. Mi padre, nunca. Tampoco pude explicarme las reacciones que tuvo Carlos después de aquello. Siempre pensé que él ocultaba cosas que sabía.
Al paso de los años, en las pocas ocasiones en las que he hablado con mi madre y con mi hermano José Luis y hemos puesto en común nuestras dudas, hemos llegado muchas veces a la conclusión de que realmente pasó lo que nosotros creímos que había pasado y no lo que los médicos acordaron y nos dijeron.
Tardé muchos años en llorar a mi padre, cuando le lloré creo que fue de rabia. Me sentía en cierto modo orgullosa de haber prescindido de él y por no haberle llorado habiendo cumplido lo que Carlos nos pidió a José Luis y a mí en el portal de casa aquella noche –Que mamá no os vea llorar, entendido? Entendido?- nunca he llorado su ausencia.
La última persona con la que habló fue conmigo. Nuestra última conversación fue una discusión llena de reproches.
No me dio tiempo ni ocasión de conocerle, al menos creo que fue insuficiente. Muchas cosas se truncaron y otras se resolvieron de golpe.
Han pasado ya más de treinta años. Si alguna vez lloro recordando lo que pasó, nunca lo hago por él sino por mis hermanos y por mí. Si alguna vez le recuerdo, termino sonriendo hacia adentro con algo de satisfacción por lo que soy a pesar de él.
Y cuando sueño con él, siempre es una situación en la que repentinamente se presenta en casa y ya no tiene sitio en nuestras vidas, viene como de haber estado en otro país, con otras gentes y llega cansado. En mis sueños yo vuelvo a los reproches de aquél día y a una batería de preguntas sin respuestas hasta que me despierto. Cuando vuelvo al mundo real, respiro.
Marga.
[1] La Plaza es como se llama en mi ciudad al mercado de abastos.
[2] El día 31 de Octubre, víspera de la festividad de ‘Todos los Santos’ se acostumbra comprar en en mi ciudad frutos secos de otoño (nueces, castañas, almendras), a esos frutos, en esa fecha, se le llama ‘los tosantos’.
[3] El día 31 de Octubre se adornan los puestos del Mercado de Abastos, hacen concursos, dan premios. Para los adornos utilizan los mismos productos que venden, hacían cosas muy simpáticas (partidos de fútbol con pescados, conejos vestidos...)
viernes, 25 de febrero de 2005
jueves, 24 de febrero de 2005
Desde el Sur, echando las cuentas.
No sé la edad que tiene esta mujer. Realmente con los nuevos tintes y combinaciones de mechas, transparencias y permanentes que están de moda me resulta complicado echar edad a la gente. También es arriesgado pensar que alguien es mayor porque está calvo cuando a mi alrededor hay varios chavales que no llegan a los veintipocos que se afeitan la cabeza cada semana. Las canas tampoco son una pista porque tengo entendido que en toda la Bahía no se vende un tarro de 'Just for men' desde hace meses y yo, con mis cuarenta y pocos tacos ya ves tú, con las canas contadas. Tiene su gracia, ahora todo el mundo quiere ser mayor.
Pues esta mujer, que no sé qué edad tiene, me ha dicho claramente que no quiere dejar su trabajo. Así de claro. No quiere irse a su casa y dejar de trabajar.
- Aún estoy esperando que alguien me dé una explicación de por qué tengo que irme. Nadie ha sido capaz de darme una razón que me justifique lo que está pasando. No tiene sentido. Si sobra un número de gente pues que busquen por ahí gente que se quiera ir; seguro que hay un tío en el taller de bloques planos con 50 años que está loco por largarse, pues que se vaya y que me dejen en paz. Y lo peor es que cuando salgo de aquí y voy para casa, por el camino, voy pensando que si seré masoquista. Que no hay nadie que me vaya a agradecer nada y que todo esto no sirve para nada. El otro día estuve hablando con el Jefe de Madrid y lo más que conseguí que me dijera es que no me preocupe, que me fije en él que él también se va y no pasa nada y me dio más nombres de otra gente. Te crees que eso se puede decir así? No lo entiendo. Esto es de locos. Soy una mujer útil, me gusta mi trabajo, y no es que no tenga cosas que hacer fuera, claro que las tengo pero aquí también. Toda la vida trabajando, esforzándome, manteniendo el tipo, intentando llevarme bien con unos y con otros y ahora se ríen de mí. Sí, es verdad, no me digas que no, aquí todos los días me toman el pelo porque aún no les he traido la partida de nacimiento. Qué partida de nacimiento ni que leches! El otro día mandé a mi marido al registro de Puerto Real y se fue desesperado, había tanta cola que habían comenzado a dar números y ya ni números quedaban y eran las 8 de la mañana!! esto es demencial. Pues no he traido la partida, ea! y qué pasa? nada. Cuando me tenga que ir, me iré, y listo, con partida de nacimiento o sin ella. Parece que si no dices que te quieres ir estás loca o tonta. No hay nada que hacer. Y lo peor es que los que se quedan lo hacen pensando que va a haber otra como ésta y que de la siguiente se irán ellos y así no hay quien haga nada. En fin...
- Entiendo perfectamente lo que me dices [...] y te confieso que yo estoy echando las cuentas también... cuarenta y cuatro... ummm.... más ocho...ummm cincuenta y dos!! quién no aguanta ocho años? Es broma, mujer (risas). En serio, llevas toda la razón. En esta ocasión creo que es cuando más me está costando mantener el tipo, por muchos motivos. Y algunos de los que se van deberían saber que hay quien piensa y dice como tú porque algunas veces tengo la impresión de que muchos se están yendo tras el Flautista de Hamelin.
Voy a lamentar también que se marche esta mujer, no contaba con ello.
Marga.
Pues esta mujer, que no sé qué edad tiene, me ha dicho claramente que no quiere dejar su trabajo. Así de claro. No quiere irse a su casa y dejar de trabajar.
- Aún estoy esperando que alguien me dé una explicación de por qué tengo que irme. Nadie ha sido capaz de darme una razón que me justifique lo que está pasando. No tiene sentido. Si sobra un número de gente pues que busquen por ahí gente que se quiera ir; seguro que hay un tío en el taller de bloques planos con 50 años que está loco por largarse, pues que se vaya y que me dejen en paz. Y lo peor es que cuando salgo de aquí y voy para casa, por el camino, voy pensando que si seré masoquista. Que no hay nadie que me vaya a agradecer nada y que todo esto no sirve para nada. El otro día estuve hablando con el Jefe de Madrid y lo más que conseguí que me dijera es que no me preocupe, que me fije en él que él también se va y no pasa nada y me dio más nombres de otra gente. Te crees que eso se puede decir así? No lo entiendo. Esto es de locos. Soy una mujer útil, me gusta mi trabajo, y no es que no tenga cosas que hacer fuera, claro que las tengo pero aquí también. Toda la vida trabajando, esforzándome, manteniendo el tipo, intentando llevarme bien con unos y con otros y ahora se ríen de mí. Sí, es verdad, no me digas que no, aquí todos los días me toman el pelo porque aún no les he traido la partida de nacimiento. Qué partida de nacimiento ni que leches! El otro día mandé a mi marido al registro de Puerto Real y se fue desesperado, había tanta cola que habían comenzado a dar números y ya ni números quedaban y eran las 8 de la mañana!! esto es demencial. Pues no he traido la partida, ea! y qué pasa? nada. Cuando me tenga que ir, me iré, y listo, con partida de nacimiento o sin ella. Parece que si no dices que te quieres ir estás loca o tonta. No hay nada que hacer. Y lo peor es que los que se quedan lo hacen pensando que va a haber otra como ésta y que de la siguiente se irán ellos y así no hay quien haga nada. En fin...
- Entiendo perfectamente lo que me dices [...] y te confieso que yo estoy echando las cuentas también... cuarenta y cuatro... ummm.... más ocho...ummm cincuenta y dos!! quién no aguanta ocho años? Es broma, mujer (risas). En serio, llevas toda la razón. En esta ocasión creo que es cuando más me está costando mantener el tipo, por muchos motivos. Y algunos de los que se van deberían saber que hay quien piensa y dice como tú porque algunas veces tengo la impresión de que muchos se están yendo tras el Flautista de Hamelin.
Voy a lamentar también que se marche esta mujer, no contaba con ello.
Marga.
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Relatos
jueves, 30 de septiembre de 2004
Desde el Sur, rompiendo las olas.
Rompiendo las Olas, rompiendo los esquemas, rompiendo lo establecido, rompiendo una mujer. Quizás el título pudiera haber sido 'La Mujer Rota' si no fuera porque se adelantó con acierto Simone de Beauboir. De todas formas, quizás el título sea lo de menos. Aparentemente en la película el que se rompe es un hombre pero realmente quien queda rota es una mujer. También aparentemente sea la actitud sexual de ella la que llame la atención cuando realmente sea la vivencia a cualquier precio y de cualquier modo de la sexualidad de él aunque ésta esté ya inservible. Creo que vi hace ya unos años un capítulo de una serie que creo que se llamaba 'Anillos de Oro' en la que un señor muy entrado en años y muy enamorado de su joven esposa le ofrecía a ella que viviese su sexualidad con otros hombres con tal de no perder su amor (su vida). De eso hace años pero creo recordar que para él no era ningún problema, más bien era una solución. Ella, en cambio... lo vivía con un destrozo en sus esquemas. También recuerdo cuando mi amiga Marta me contó cómo también se le rompían los esquemas cuando comprobaba que su marido, además de no importarle que ella viviese su sexualidad con otro hombre, lo sentía como un estímulo. Qué lejos están estos hombres de esos otros que las matan porque creen que son suyas aunque quizás no estén tan lejos de matarlas... al fin y al cabo... todas estas mujeres también terminan muertas aunque vivan. Luego dirán que se mataron ellas. Que dios las castiga. Y lo peor... que están LOCAS. Y es que, claro, sólo una mujer loca puede llenarse los bolsillos de piedras y adentrarse en un río. Hay muchas formas de romper una mujer y quedar impune incluso salir victorioso, revitalizado, renovado... curioso. La cámara en mano de 'Rompiendo las Olas' hace que el espectador se introduzca en la escena pero escenas como esas no están solamente en las pantallas, están mucho más cercanas de lo que la gente se cree pero es difícil entrar en ellas. De todas formas... tampoco creo que tenga mucha importancia, son historias que cuando se conocen siempre se plantean las mismas cuestiones: 'Ella estaba loca', sólo así puede haber una explicación, y siempre serán los hombres quienes las condenen o santifiquen. A pesar de todo, y afortunadamente, a la mujer que se vuelve loca por amor, poco le importa nada, absolutamente nada, y nada la para, o sí.
Marga.
(Gracias, Manrique.)
Marga.
(Gracias, Manrique.)
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De película,
Relatos
sábado, 28 de junio de 2003
Desde el Sur, entre cagaos.
Todo ha comenzado cuando alguien que ha venido a este 'área' y ha realizado un comentario. Serían las diez de la mañana.
- La Industria Auxiliar se está organizando. Van a poner barricadas en la salida del aparcamiento para que nadie salga.
Inmediatamente, como impulsados por resortes conocidos, la gente ha comenzado a levantarse de sus sillas, han cogido las llaves de los coches, algunos han cerrado el ordenador con rapidez y han comenzado a bajar las escaleras. Poca gente hablaba entre sí, nadie se cuestionaba nada, pocas preguntas. Había saltado una voz de alarma y todos estaban actuando en consecuencia.
- Pasa algo? -pregunté a alguno que pasaba-
- Si tienes el coche en el aparcamiento, mejor que lo saques fuera.
Los que se sientan a mi izquierda ya habían cerrado los ordenadores, recogido las mesas y alguna chica hasta se había colgado el bolso del hombro.
- Pero os vais? -seguí preguntando, casi imaginando las respuestas.
- Estas cosas nunca se saben cuánto pueden tardar. Por si acaso, recojo.
- Acuérdate, fulano, cuando le rompieron el ordenador a aquél.
- Sí, aquéllo fue tremendo... éstos te ven trabajando y no veas la que te lian.
Una veterana de aquí me ha venido a preguntar que qué pasa, eso me ha terminado de reventar.
- Que qué pasa? tú lo sabrás mejor que yo que llevas aquí 30 años.
- No te enfades conmigo, como te vi hablando pensé que sabías qué pasaba.
- Vaya...
Menuda mierda, pensé. Aún no se me había quitado del cuerpo los malos tragos del miércoles y el jueves y otra vez a las mismas. Cogí las llaves del coche del bolso de un manotazo y me dirigí a las escaleras. Por cada una de las dos escaleras de este edificio bajaba gente con las mismas prisas que llevaba yo. Al llegar a la puerta giratoria me frené, no llevaba encima la tarjeta para salir por el torno; si quería sacar el coche debía volver a mi sitio a por la tarjeta. En esos segundos al darme la vuelta observé las caras de las gentes que salían, parecían autómatas, parecían adiestrados para la evacuación como si de una emergencia se tratase. Quizás era eso lo que pensaban.
Pero qué estoy haciendo -pensé-, si cuando salga a las tres de la tarde no me dejan sacar el coche, llamo a la grúa o al 092 -me bromeaba a mí misma-.
El cabreo iba creciendo en mi cabeza acumulado con los malos ratos de los días pasados. La gente del Departamento no estaba cabreada, estaba asustada.
- Oye, están sacando todos los coches del aparcamiento, cuando vengan los de la Industria Auxiliar y no encuentren coches para quemar se van a liar con las mesas -soltó uno que apareció detrás de los biombos.
- Lo único que tengo mío me lo llevo, así que por mí puede arder esto -el veterano que hizo el comentario creo que sabía lo que decía, aquí no dejaba nada suyo.
En menos de un minuto aquí no quedaba nadie salvo otra chica de plantilla y yo. Las dos nos miramos, sonreimos, ella se acercó a mi sitio y me preguntó si había sacado el coche.
- No, no lo he sacado. Me resisto a entrar en el juego del miedo.
- Yo tampoco lo he sacado. Supongo que nos quedaremos sin coches.
- Ya veremos qué pasa y qué hacemos pero esto me parece una barbaridad.
Las dos estábamos de acuerdo en que la gente estaba llena de miedo además de llenas de ganas de largarse y continuamos trabajando.
En un momento comenzamos a oir gritos, voces, golpes que entraban por las ventanas del lateral que da a la entrada principal del edificio. Algunas personas que aún quedaban al otro lado de la planta en la que estamos la otra chica y yo bajaron rápidos la escalera. Alguno decía algo parecido a -Cuando vangan no quiero que me encuentren aquí. Un responsable de la oficina de personal asomó por lo alto de los biombos, cuando le dije que pretendíamos seguir en la oficina aunque la gente se había marchado me soltó un 'Pues muy mal hecho' acompañado de una sonrisa que no supe interpretar. El responsable de personal no llevaba su habitual corbata, se había descamisao. No supe si era un signo, tampoco pensé más.
Los gritos continuaban en el exterior del edificio, de vez en cuando la otra chica se asomaba a la ventana para ver cómo iba la cosa.
- Esto parece la guerra!!
- Sí, -soltamos la carcajada las dos.
Cuando los gritos aumentaron nos acercamos al otro lado del edificio en donde está el despacho del máximo responsable de éste área.
- Qué queréis que os diga? ojalá pudiera deciros algo. Si vienen hacemos como el otro día, cogemos nuestras cosas y nos bajamos y listo. No les provocamos y listo. Qué queréis que os diga. Ya sabéis lo que hay.
La otra chica y yo estuvimos un rato por allí, oyendo a los cuatro que quedaban del otro Departamento comentando las viejas hazañas de otros tiempos en los que hasta la policía entró en el recinto a dar guantazos. Menudas historias...
- Nos vamos a nuestro sitio, aprovechamos y te pregunto unos campos que necesito del ERP para la aplicación que estoy desarrollando y si vienen, cogemos los bolsos y seguimos hablando fuera.
- Venga -me respondió confiada.
Ahora son algo más de las dos de la tarde, la movilización ha terminado hace algo más de una hora. Algunos pocos de los que se largaron asustados han vuelto, no sé si con o sin coche. El responsable de ésto también ha regresado con su portatil en mano. Todos han comentado los sucesos, tenían muchas cosas que contar al parecer se producen muchas anécdotas en estas situaciones y cada cual traía la suya para aportar al grupo.
La otra chica y yo seguimos trabajando.
- La Industria Auxiliar se está organizando. Van a poner barricadas en la salida del aparcamiento para que nadie salga.
Inmediatamente, como impulsados por resortes conocidos, la gente ha comenzado a levantarse de sus sillas, han cogido las llaves de los coches, algunos han cerrado el ordenador con rapidez y han comenzado a bajar las escaleras. Poca gente hablaba entre sí, nadie se cuestionaba nada, pocas preguntas. Había saltado una voz de alarma y todos estaban actuando en consecuencia.
- Pasa algo? -pregunté a alguno que pasaba-
- Si tienes el coche en el aparcamiento, mejor que lo saques fuera.
Los que se sientan a mi izquierda ya habían cerrado los ordenadores, recogido las mesas y alguna chica hasta se había colgado el bolso del hombro.
- Pero os vais? -seguí preguntando, casi imaginando las respuestas.
- Estas cosas nunca se saben cuánto pueden tardar. Por si acaso, recojo.
- Acuérdate, fulano, cuando le rompieron el ordenador a aquél.
- Sí, aquéllo fue tremendo... éstos te ven trabajando y no veas la que te lian.
Una veterana de aquí me ha venido a preguntar que qué pasa, eso me ha terminado de reventar.
- Que qué pasa? tú lo sabrás mejor que yo que llevas aquí 30 años.
- No te enfades conmigo, como te vi hablando pensé que sabías qué pasaba.
- Vaya...
Menuda mierda, pensé. Aún no se me había quitado del cuerpo los malos tragos del miércoles y el jueves y otra vez a las mismas. Cogí las llaves del coche del bolso de un manotazo y me dirigí a las escaleras. Por cada una de las dos escaleras de este edificio bajaba gente con las mismas prisas que llevaba yo. Al llegar a la puerta giratoria me frené, no llevaba encima la tarjeta para salir por el torno; si quería sacar el coche debía volver a mi sitio a por la tarjeta. En esos segundos al darme la vuelta observé las caras de las gentes que salían, parecían autómatas, parecían adiestrados para la evacuación como si de una emergencia se tratase. Quizás era eso lo que pensaban.
Pero qué estoy haciendo -pensé-, si cuando salga a las tres de la tarde no me dejan sacar el coche, llamo a la grúa o al 092 -me bromeaba a mí misma-.
El cabreo iba creciendo en mi cabeza acumulado con los malos ratos de los días pasados. La gente del Departamento no estaba cabreada, estaba asustada.
- Oye, están sacando todos los coches del aparcamiento, cuando vengan los de la Industria Auxiliar y no encuentren coches para quemar se van a liar con las mesas -soltó uno que apareció detrás de los biombos.
- Lo único que tengo mío me lo llevo, así que por mí puede arder esto -el veterano que hizo el comentario creo que sabía lo que decía, aquí no dejaba nada suyo.
En menos de un minuto aquí no quedaba nadie salvo otra chica de plantilla y yo. Las dos nos miramos, sonreimos, ella se acercó a mi sitio y me preguntó si había sacado el coche.
- No, no lo he sacado. Me resisto a entrar en el juego del miedo.
- Yo tampoco lo he sacado. Supongo que nos quedaremos sin coches.
- Ya veremos qué pasa y qué hacemos pero esto me parece una barbaridad.
Las dos estábamos de acuerdo en que la gente estaba llena de miedo además de llenas de ganas de largarse y continuamos trabajando.
En un momento comenzamos a oir gritos, voces, golpes que entraban por las ventanas del lateral que da a la entrada principal del edificio. Algunas personas que aún quedaban al otro lado de la planta en la que estamos la otra chica y yo bajaron rápidos la escalera. Alguno decía algo parecido a -Cuando vangan no quiero que me encuentren aquí. Un responsable de la oficina de personal asomó por lo alto de los biombos, cuando le dije que pretendíamos seguir en la oficina aunque la gente se había marchado me soltó un 'Pues muy mal hecho' acompañado de una sonrisa que no supe interpretar. El responsable de personal no llevaba su habitual corbata, se había descamisao. No supe si era un signo, tampoco pensé más.
Los gritos continuaban en el exterior del edificio, de vez en cuando la otra chica se asomaba a la ventana para ver cómo iba la cosa.
- Esto parece la guerra!!
- Sí, -soltamos la carcajada las dos.
Cuando los gritos aumentaron nos acercamos al otro lado del edificio en donde está el despacho del máximo responsable de éste área.
- Qué queréis que os diga? ojalá pudiera deciros algo. Si vienen hacemos como el otro día, cogemos nuestras cosas y nos bajamos y listo. No les provocamos y listo. Qué queréis que os diga. Ya sabéis lo que hay.
La otra chica y yo estuvimos un rato por allí, oyendo a los cuatro que quedaban del otro Departamento comentando las viejas hazañas de otros tiempos en los que hasta la policía entró en el recinto a dar guantazos. Menudas historias...
- Nos vamos a nuestro sitio, aprovechamos y te pregunto unos campos que necesito del ERP para la aplicación que estoy desarrollando y si vienen, cogemos los bolsos y seguimos hablando fuera.
- Venga -me respondió confiada.
Ahora son algo más de las dos de la tarde, la movilización ha terminado hace algo más de una hora. Algunos pocos de los que se largaron asustados han vuelto, no sé si con o sin coche. El responsable de ésto también ha regresado con su portatil en mano. Todos han comentado los sucesos, tenían muchas cosas que contar al parecer se producen muchas anécdotas en estas situaciones y cada cual traía la suya para aportar al grupo.
La otra chica y yo seguimos trabajando.
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Relatos
viernes, 27 de junio de 2003
Desde el Sur, antes de que llegasen los vientos y las lluvias.
Antes de que llegasen los vientos y las lluvias, llegaron a mi mesa de estas oficinas dos representantes del Comité de Empresa del Sindicato al que pertenezco. Como siempre, su sola presencia en este espacio causó algo de desasosiego entre la gente que me rodea. Era como una especie de turbulencia alrededor, pero pasó pronto. Una de estas personas era el Presidente del Comité de Empresa que me invitaba a asistir al día siguiente a una reunión con un alto cargo del sindicato en Madrid en las Aulas de Formación y alguna gente más de la Federación que venían de Madrid. Encantada le dije que asistiría. Al decirle que no sabía dónde estaban las Aulas me ofreció enviar a un compañero para que me acompañase al día siguiente. Y así fue, a las diez en punto de la mañana vino un hombre (como dicen aquí) con cara sonriente que me dijo que se llamaba José, que si yo era Margarita y que si nos íbamos. A todo respondí que sí, claro está.
Antes de coger las gafas de sol le dije al Responsable del sitio en el que me han puesto que durante un rato no iba a estar.
-Voy a una reunión de Comisiones Obreras
-Ah... -como asombrado.
-Dentro de una hora, más o menos, estaré aquí.
-Nada, nada... lo que necesites.
-Hasta ahora.
-Hasta ahora.
Y me marché con mi nuevo acompañante con el que rápidamente encontré un tema fácil de conversación con el que hacerme el trayecto que nos separaba hasta el lugar de la reunión.
Había que coger una furgoneta; ya me habían hablado de ella. Es una furgoneta acorde con los trayectos que recorre, no se podía esperar otra cosa. Se llenó de gente en mangas de camisa y a todos nos llevó hasta la nave de las Aulas de Formación. Con un día tan claro, tan templado, daba gusto andar por ahí fuera y tomar un poco de conciencia del sitio en el que una trabaja.
Tiempo de espera al Sol, se retrasaban los visitantes de Madrid, la gente sin prisas, yo intentando tomar pulsos con alguna que otra pregunta a mi nuevo amigo y a algún otro que tímidamente se acercaba. Pasaba el tiempo y las únicas personas que se incorporaban eran hombres, con monos o sin ellos pero hombres. Y uno de los que llegó, sin mono, con cazadora de napa se me medio abalanzó y, sin darme tiempo ni a reaccionar, me largó dos besos con mucha soltura. Pensé que igual me conocía de antes, pero no. Se presentó y me justificó su tardanza porque, según él, habían aprovechado su visita para montarle un pollo al Director que esas cosas le hacen falta de vez en cuando. Qué cosas, pensé. El caso fue que entramos en las Aulas, me senté en una discreta segunda fila y con toda tranquilidad me dispuse a enterarme de lo que contasen estas gentes. En la mesa se sentaron el Presidente del Comité, el alto cargo del sindicato de Madrid y el tipo de los besos sueltos. El primero de ellos comenzó la reunión saludando cordialmente.
-Bueno, vamos a comenzar, quiero saludar a todos y.... a toda y tengo que decir que me alegro que haya alguna mujer, compañera, entre nosotros.
Y contó sus cosas.
Al rato, cedió la palabra a el alto cargo del sindicato de Madrid el cual comenzó también con el esperado saludo.
-Buenos días a todos y a... toda, como siempre es un placer venir a esta tierra... bla bla... bla bla...
Una vez hubo terminado, el que me había largado los dos besos, se dirigió al personal abriendo su perorata.
-Ante todo saludaros a todos y a to...da, como ya sabéis... tirirí.... tirirán...
Claro está, una vez que hubo terminado la reunión y ya que los tres se habían dirigido a mí en su saludo inicial percatando a todos de mi presencia por mi condición de mujer, no pude más que acercarme a ellos y agradecerles su atención pero tuve que aclararles que se habían equivocado en mis particularidades ya que no era lo relevante el que yo fuese mujer, sino el que yo soy la única persona en aquélla asamblea perteneciente a la antigua plantilla de la empresa fusionada con ésta otra, adscrita a las Oficinas Centrales de Madrid y Técnico Superior fuera de Convenio y exDelegado Sindical. Eso era lo que realmente me distinguía de los demás, para empezar. No el hecho fisiológico de ser mujer.
Creo que no lo entendieron.
A la vuelta a mi sitio el Responsable de esto se acercó a mi mesa.
-Algún problema, Margarita?
-No, no, ninguno. -y sonreí-
Antes de coger las gafas de sol le dije al Responsable del sitio en el que me han puesto que durante un rato no iba a estar.
-Voy a una reunión de Comisiones Obreras
-Ah... -como asombrado.
-Dentro de una hora, más o menos, estaré aquí.
-Nada, nada... lo que necesites.
-Hasta ahora.
-Hasta ahora.
Y me marché con mi nuevo acompañante con el que rápidamente encontré un tema fácil de conversación con el que hacerme el trayecto que nos separaba hasta el lugar de la reunión.
Había que coger una furgoneta; ya me habían hablado de ella. Es una furgoneta acorde con los trayectos que recorre, no se podía esperar otra cosa. Se llenó de gente en mangas de camisa y a todos nos llevó hasta la nave de las Aulas de Formación. Con un día tan claro, tan templado, daba gusto andar por ahí fuera y tomar un poco de conciencia del sitio en el que una trabaja.
Tiempo de espera al Sol, se retrasaban los visitantes de Madrid, la gente sin prisas, yo intentando tomar pulsos con alguna que otra pregunta a mi nuevo amigo y a algún otro que tímidamente se acercaba. Pasaba el tiempo y las únicas personas que se incorporaban eran hombres, con monos o sin ellos pero hombres. Y uno de los que llegó, sin mono, con cazadora de napa se me medio abalanzó y, sin darme tiempo ni a reaccionar, me largó dos besos con mucha soltura. Pensé que igual me conocía de antes, pero no. Se presentó y me justificó su tardanza porque, según él, habían aprovechado su visita para montarle un pollo al Director que esas cosas le hacen falta de vez en cuando. Qué cosas, pensé. El caso fue que entramos en las Aulas, me senté en una discreta segunda fila y con toda tranquilidad me dispuse a enterarme de lo que contasen estas gentes. En la mesa se sentaron el Presidente del Comité, el alto cargo del sindicato de Madrid y el tipo de los besos sueltos. El primero de ellos comenzó la reunión saludando cordialmente.
-Bueno, vamos a comenzar, quiero saludar a todos y.... a toda y tengo que decir que me alegro que haya alguna mujer, compañera, entre nosotros.
Y contó sus cosas.
Al rato, cedió la palabra a el alto cargo del sindicato de Madrid el cual comenzó también con el esperado saludo.
-Buenos días a todos y a... toda, como siempre es un placer venir a esta tierra... bla bla... bla bla...
Una vez hubo terminado, el que me había largado los dos besos, se dirigió al personal abriendo su perorata.
-Ante todo saludaros a todos y a to...da, como ya sabéis... tirirí.... tirirán...
Claro está, una vez que hubo terminado la reunión y ya que los tres se habían dirigido a mí en su saludo inicial percatando a todos de mi presencia por mi condición de mujer, no pude más que acercarme a ellos y agradecerles su atención pero tuve que aclararles que se habían equivocado en mis particularidades ya que no era lo relevante el que yo fuese mujer, sino el que yo soy la única persona en aquélla asamblea perteneciente a la antigua plantilla de la empresa fusionada con ésta otra, adscrita a las Oficinas Centrales de Madrid y Técnico Superior fuera de Convenio y exDelegado Sindical. Eso era lo que realmente me distinguía de los demás, para empezar. No el hecho fisiológico de ser mujer.
Creo que no lo entendieron.
A la vuelta a mi sitio el Responsable de esto se acercó a mi mesa.
-Algún problema, Margarita?
-No, no, ninguno. -y sonreí-
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Relatos
viernes, 10 de septiembre de 1999
Aprieta
APRIETA (En el pensamiento Clara y Jimena)
Aprieta,
aprieta mi mano y no me la sueltes.
Aprieta mi mano que es la tuya.
Aprieta con fuerza,
con toda la fuerza que se te va
y que me llega
y que no no sé controlar.
Aprieta mi mano
que lloro por tu hija.
Aprieta que yo no sé qué te ha pasado
pero estoy llorando por tí,
por ella,
por mí,
por mi hija.
Aprieta mi mano porque tengo miedo:
que mi hija también es tierna,
que mi hija también es la tuya.
Aprieta mi mano porque lloro por tu hija
lo que tú llorarías por la mía.
Aprieta mi mano que lloro por tu herida
lo que no sé ni que existe.
Aprieta tú que yo la tengo viva
pero yo sangro y sangro por ti y por tu hija,
mi hija,
nuestras hijas,
las hijas de las madres,
las madres de la Vida...
Aprieta,
aprieta fuerte,
aprieta fuerte mi mano, Madre,
que yo también lloro por tu hija.
-M. Forné- (También madre)
Aprieta,
aprieta mi mano y no me la sueltes.
Aprieta mi mano que es la tuya.
Aprieta con fuerza,
con toda la fuerza que se te va
y que me llega
y que no no sé controlar.
Aprieta mi mano
que lloro por tu hija.
Aprieta que yo no sé qué te ha pasado
pero estoy llorando por tí,
por ella,
por mí,
por mi hija.
Aprieta mi mano porque tengo miedo:
que mi hija también es tierna,
que mi hija también es la tuya.
Aprieta mi mano porque lloro por tu hija
lo que tú llorarías por la mía.
Aprieta mi mano que lloro por tu herida
lo que no sé ni que existe.
Aprieta tú que yo la tengo viva
pero yo sangro y sangro por ti y por tu hija,
mi hija,
nuestras hijas,
las hijas de las madres,
las madres de la Vida...
Aprieta,
aprieta fuerte,
aprieta fuerte mi mano, Madre,
que yo también lloro por tu hija.
-M. Forné- (También madre)
jueves, 12 de agosto de 1999
Material para El Camino de Santiago
Material para El Camino de Santiago incluyendo la ropa que se lleva puesta así como recomendaciones varias que pueden ser de interés | ![]() |
Ropa
2 camisetas gastadillas que no destiñan
2 pantalones cortos de algodón tipo ciclista (para caminar)
1 pantalón corto de bolsillos laterales (de ‘bonito’ los bolsillos hacen las veces de riñonera)
1 pantalón de malla elástica larga de abrigo (si frío para caminar o bajo los pantalones cortos de bolsillos laterales)
1 bañador/biquini (la parte de arriba sirve como sujetador, cambiar con el top negro)
1 top negro de algodón (chicas) (sirve de sujetador, como bañador y para las discotecas estar guapa)
3 bragas/calzoncillos (preferiblemente obscuros)
2 pares calcetines gruesos y buenos sin costuras para caminar (mantener siempre secos aunque no estén limpios cambiándolos durante la marcha)
1 par de calcetines de algodón para por las tardes/noches (mantener siempre muy limpios)
1 forro polar (sirve de almohada o para cubrir la almohada)
1 chubasquero (que transpire)
1 botas de traking o zapatillas de caminar (deben ser usadas antes del Camino)
1 sandalias de goma (tardes/ducha/caminar si dolor de pies)
1 gorro de algodón con ala (se debe cubrir el cogote el Sol estará a nuestra espalda)
1 pañuelo de cuello de algodón (multitud de usos)
Aseo
1 trozo de jabón verde tipo ‘Lagarto’ (ropa, cuerpo, pelo, cacharros, cualquier cosa)
1 cepillo de dientes
1 tubo pequeño de pasta de dientes medio gastado (para los días de nuestra marcha)
1 balleta vileda tipo “Ballerina” o similar para usar como toalla
1 peine sencillo
Papel higiénico (cantidad para 3 usos, ya iremos reponiendo en los WC de los bares)
1 paquete de 25 toallitas húmedas (de las de los culetes de los bebés)
Botiquín
Paracetamol (4 pastillas)
Antidiarréico (4 pastillas)
Betadine (frasco pequeño)
Algesal Gel o similar (Fastun)
Aguja e hilo de color (para ampollas pequeñas, coser botones....)
1 jeringuilla hipodérmica (para ampollas grandes)
1 tijeras pequeñas de cortar uñas
2 paquetitos de 5 gasas estériles
esparadrapo de tela de los buenos
Vaselina (untar en pies antes de caminar)
Protector solar poca cantidad (si piel blanca)
Utensilios
1 botella de agua mineral de ½ litro (rellenar en fuentes/bares/casas/refugios)
1 mochila de 35/40 l (que pese poco, con sujeción cintura y pecho)
1 cubremochila (para la lluvia)
1 saco de dormir que pese menos de 1 kg y que aguante bajas temperaturas
1 alfombrilla aislante cualquiera
1 frontal (linterna como la de los mineros pero más pequeña)
6 imperdibles metálicos (tender ropa de cuerda o mochila, cremalleras rotas...)
5 metros de cuerda de los de escalada de pequeño grosor (tender ropa, cordones rotos, atar algo al macuto...)
1 navaja sencilla.
1 bordón / bastón
1 lápiz
1 block pequeño
2 bolsas de plástico herméticas a ser posible
Unos sellos de correos (por si apetece enviar alguna carta a alguien, aunque normalmente se prefiere estar desconectado)
Teléfono móvil/cargador. Llevarlo desconectado durante la marcha, no hay nada peor que suene un móvil cuando estás charlando con alguien a la vera del camino subiendo a Rabanal. Aprovechar los descansos en bares/refugio para cargarlo, no suelen poner pegas.
Una Guía del Viaje. La mejor es la de ‘El Pais’ Aguilar. Dejar en casa todas las páginas que no nos vayan a ser de ayuda.
Una bolsita de tela de algodón con un cordón de algodón para colgar al cuello y llevar en ella la documentación y el dinero.
Documentación
• En la Asociación de Amigos del Camino de Santiago (Calle Carretas en Madrid) te entregarán la Credencial que te abrirá las puertas de los Refugios y Albergues a lo largo del viaje. Es la verdadera tarjeta de identidad durante esos días
• Carnet de Conducir/DNI, es mejor llevar el Carnet de conducir porque igual a la llegada a Santiago apetece alquilar un coche y hacer los últimos kms. hasta Finisterre. Si no lo llevas no te alquilarán ningún vehículo. En caso de no tenerlo, el DNI.
• Tarjeta sanitaria de la Seguridad Social (si no la llevas, te atenderá la Cruz Roja en cualquier sitio sin problemas o con la Credencial en cualquier hospital/ambulatorio de la S.S.)
• Tarjeta de crédito del cajero automático
• No más de 30 € encima (hay cajeros por todas partes)
Cuidado de los pies
En cada descanso, durante la marcha, descalzarse y quitar los calcetines. Comprobar que no haya ampollas nuevas y vigilar las que ya tenemos de antes. Si no hay ampollas dejar que los pies se sequen al aire, embadurnar los dedos con vaselina y poner calcetines secos.
Si hay ampollas viejas que aún no han curado, mover el hilo de un lado a otro y comprobar que ya no producen suero, si lo producen, apretarlas para sacarlo y meterles Betadine. Si hay nuevas ampollas, pincharlas, sacarles el suero y meterles Betadine. En todos los casos, dejar secar el betadine, el sudor y aplicar vaselina y colocar calcetines secos. Los calcetines húmedos de sudor los colgaremos de la mochila con unos imperdibles para que se sequen y volverlos a usar si es necesario en otra parada.
A la llegada al Refugio descalzarnos y, tras darnos una buena ducha (mejor agua fría) meter los pies en un balde con agua fría, vinagre y bastante sal (el hospitalero seguro que te lo facilita). Dejarlos en agua hasta que sintamos descanso en los pies. Secarlos con la Villeda y que se sequen bien al aire, luego comprobar una por una las ampollas. Quitar el hilo de las que ya tengamos curadas porque el hilo, si se deja, puede producir herida bajo la piel muerta al rozar con la piel nueva que está creciendo. Si la ampolla ya fue cosida y aún tiene líquido, hacer que drene por el hilo apretando sobre ella con una gasa, si es necesario habrá que meterle más hilo para que tenga más orificios por los que drenar. Si la ampolla es nueva, coger una aguja con hilo y pinchar justo donde comienza a separarse la piel de la carne y traspasar la ampolla dejando unos centímetros de hilo por cada lado. Apretar bien la ampolla hasta que salga todo el líquido, empapar el hilo con Betadine y hacer que corra el hilo de un lado a otro de la ampolla para que al meterse dentro meta con él el Betadine. Si escuece es buena señal ya que indica que el Betadine está entrando dentro. Repetir el pase del hilo con el Betadine hasta que veamos que se impregna toda la zona de la ampolla. Si la ampolla es grande coger una jeringuilla hipodérmica y pinchar en el centro de la ampolla, extraer todo el líquido y quitar el cuerpo de la jeringa dejando la aguja. Vaciar la jeringa del líquido y coger con ella Betadine. Volver a colocarla en la aguja y apretar despacio para que entre el Betadine dentro de la ampolla. Eso duele bastante pero curan antes.
Dejar que se sequen los pies al aire, calzándonos con unas zapatillas de las de playa, si hace frío, cubrir los pies con unos calcetines limpios de algodón. Procurar que la higiene sea máxima para evitar infecciones.
Tener los pies en alto siempre que se pueda. Hacer estiramientos antes y después de caminar.
Buen camino ¡
Marga.
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