[Dirigido a Joaquín Benítez,
Jefe de Local de Diario de Cádiz]
Vuelvo a dirigirme a Ud. para agradecerle también el artículo publicado hoy en su diario titulado 'Un único e inseguro camino' y espero que este espíritu de denuncia y apoyo a los familiares no termine pues lo que más querría Juan Carlos es que la suya fuese la última muerte de un ciclista.
Yo, por mi parte, intentaré hacer todo lo que esté en mi mano, in memoriam.
Reciba un cordial saludo,
Margarita Forné.
domingo, 6 de noviembre de 2005
jueves, 3 de noviembre de 2005
Muere una persona tras... (Respuesta del Diario de Cádiz)
Estimada lectora,
Tras leer la emotiva carta que nos envía, recogemos la propuesta de cubrir la parte humana de este desgraciado gaditano que perdió la vida el pasado miércoles por la tarde mientras practicaba una de sus aficiones favoritas. Para ello acudiremos al centro y hablaremos con el director aunque nos gustaría contactar aunque sea telefónicamente con usted para recoger sus impresiones y sus testimonios personales. Además, intentaremos rescatar de aún no sabemos dónde una foto de Juan Carlos para publicar junto a la información. Por ello, le ruego nos envíe su teléfono de contacto para hablar mañana con usted si le parece bien.
Muchas gracias de antemano, sea cual sea su decisión…
Joaquín Benítez
Jefe de Local de Diario de Cádiz
Tras leer la emotiva carta que nos envía, recogemos la propuesta de cubrir la parte humana de este desgraciado gaditano que perdió la vida el pasado miércoles por la tarde mientras practicaba una de sus aficiones favoritas. Para ello acudiremos al centro y hablaremos con el director aunque nos gustaría contactar aunque sea telefónicamente con usted para recoger sus impresiones y sus testimonios personales. Además, intentaremos rescatar de aún no sabemos dónde una foto de Juan Carlos para publicar junto a la información. Por ello, le ruego nos envíe su teléfono de contacto para hablar mañana con usted si le parece bien.
Muchas gracias de antemano, sea cual sea su decisión…
Joaquín Benítez
Jefe de Local de Diario de Cádiz
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Denuncias
Muere una persona tras....
[Escrito dirigido al Director del Diario de Cádiz el día 3 de Noviembre de 2005]
Muy sres. míos.
Esta tarde he ido a recoger a mis hijas al Instituto Fuerte de Cortadura. Estaban esperándome junto con otra amiga. Las tres son antiguas alumnas del Colegio La Inmaculada junto al Instituto. Y las tres estaban tremendamente consternadas. Me han contado en las justas palabras que Juan Carlos, su profesor de 'Educa' ayer había sido atropellado por un coche mientras entrenaba, como cada tarde de 4 a 6, yendo a San Fernando, donde tomaba algo de comer, y regresando a casa.
También me han dicho que su mujer está esperando un bebé y que tienen otros dos hijos pequeños. Me recordaron que Juan Carlos fue el profesor que ayudó a mi hija menor cuando se luxó la rótula y la acompañó al Hospital. Y me dijeron que no saben cómo le van a explicar a los alumnos de Juan Carlos que su profesor ya no irá más a la escuela. Me han dicho que Manolo, otro de los profesores de educa, ha cogido la bici y se ha ido por Cádiz pedaleando y con un cartel en la espalda que dice 'Hasta cuando los atropellos de ciclistas????'.
Mientras... yo recordaba a Juan Carlos, un hombre fuerte, alto, atractivo, simpático, en fin... un verdadero encanto de persona.
Mis hijas y yo hemos vuelto en silencio a casa. Mientras comíamos mis hijas y yo hemos hablado de la fragilidad de la vida y del gran valor que tiene y del tremendo impacto que tiene en la vida de todos los que rodean a una persona cuando éste muere. Es el caso de todo el entorno de Juan Carlos, la vida de sus hijos va a cambiar radicalmente, de hecho el menor de ellos jamás conocerá a su padre y con eso perderá muchísimo en su preciada vida; su mujer... sus padres... sus alumnos... todos.
Señores, no ha muerto un ciclista!!! ha muerto una persona!!!! innecesariamente, injustamente, para nada, habría que analizar por qué. Qué es lo que ha hecho que tengamos que prescindir de una persona, de un hombre, de un padre, de un marido, de un hijo, de un hermano, de un profesor, de un tutor, de un hombre bueno?
El, su familia, sus amigos y sus alumnos se merecen un artículo en ese periódico con algo más de humanidad y delicadeza y es por eso por lo que les pido que modifiquen la redacción del mismo pensando en la cantidad de personas que sufren al leer frases como que "el estado de Juan Carlos impidió reconocerle". Son datos que no aportan más que dolor. Y la fotografía únicamente servirá para hacer llorar a su mujer y a sus hijos cuando reconozcan la bicicleta de su marido.
Fdo.
Margarita Forné.
Muy sres. míos.
Esta tarde he ido a recoger a mis hijas al Instituto Fuerte de Cortadura. Estaban esperándome junto con otra amiga. Las tres son antiguas alumnas del Colegio La Inmaculada junto al Instituto. Y las tres estaban tremendamente consternadas. Me han contado en las justas palabras que Juan Carlos, su profesor de 'Educa' ayer había sido atropellado por un coche mientras entrenaba, como cada tarde de 4 a 6, yendo a San Fernando, donde tomaba algo de comer, y regresando a casa.
También me han dicho que su mujer está esperando un bebé y que tienen otros dos hijos pequeños. Me recordaron que Juan Carlos fue el profesor que ayudó a mi hija menor cuando se luxó la rótula y la acompañó al Hospital. Y me dijeron que no saben cómo le van a explicar a los alumnos de Juan Carlos que su profesor ya no irá más a la escuela. Me han dicho que Manolo, otro de los profesores de educa, ha cogido la bici y se ha ido por Cádiz pedaleando y con un cartel en la espalda que dice 'Hasta cuando los atropellos de ciclistas????'.
Mientras... yo recordaba a Juan Carlos, un hombre fuerte, alto, atractivo, simpático, en fin... un verdadero encanto de persona.
Mis hijas y yo hemos vuelto en silencio a casa. Mientras comíamos mis hijas y yo hemos hablado de la fragilidad de la vida y del gran valor que tiene y del tremendo impacto que tiene en la vida de todos los que rodean a una persona cuando éste muere. Es el caso de todo el entorno de Juan Carlos, la vida de sus hijos va a cambiar radicalmente, de hecho el menor de ellos jamás conocerá a su padre y con eso perderá muchísimo en su preciada vida; su mujer... sus padres... sus alumnos... todos.
Señores, no ha muerto un ciclista!!! ha muerto una persona!!!! innecesariamente, injustamente, para nada, habría que analizar por qué. Qué es lo que ha hecho que tengamos que prescindir de una persona, de un hombre, de un padre, de un marido, de un hijo, de un hermano, de un profesor, de un tutor, de un hombre bueno?
El, su familia, sus amigos y sus alumnos se merecen un artículo en ese periódico con algo más de humanidad y delicadeza y es por eso por lo que les pido que modifiquen la redacción del mismo pensando en la cantidad de personas que sufren al leer frases como que "el estado de Juan Carlos impidió reconocerle". Son datos que no aportan más que dolor. Y la fotografía únicamente servirá para hacer llorar a su mujer y a sus hijos cuando reconozcan la bicicleta de su marido.
Fdo.
Margarita Forné.
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Denuncias
viernes, 23 de septiembre de 2005
lunes, 16 de mayo de 2005
Desde el Sur, Morada del Último Cura Obrero
Una de las peores situaciones posibles para una mujer es la de verse obligada a 'guardar ausencia' de un novio. Y en esas me vi allá por el 78. La recuerdo como un tiempo de Ramadán vital. El entorno también respetaba la ausencia del novio por lo que muy pocas propuestas de diversión podía esperar. Las iniciativas propias también tenían que ser controladas no fuese que alguna no se interpretase correctamente y diese lugar a celos o a motivos de repudio. En mi familia anteriormente hubo casos de novias fieles que guardaron ausencias y, claro está, tanto mis tías como mi madre periódicamente me las nombraban y narraban sus alegres sacrificios entre bodoques y vainicas dobles.
Creo recordar que lo llevé mal, sobre todo porque me di cuenta de que solamente deseaba el fin de mi Ramadán para finalizar el bloqueo al que estaba sometida y no porque echase realmente en falta algo de aquél chico; bueno, exceptuando los paseos en la Sanglas 400.
Pues, además de ocupar el tiempo en preparar oposiciones al Ayuntamiento de Cádiz, las de Factores de la Renfe, las del antiguo Instituto Nacional de Previsión y unas a una cosa que ni me acuerdo y en tanto que salían los resultados de las oposiciones de Bazán de las 3 categorías a las que me presenté, al tiempo que cuidaba por las
mañanas a la hija de mi prima y de hacer visitas periódicas y de rigor a mis futuros suegros y finalmente exsuegros, y de pasear por la playa en invierno, pues, aún así, me sobraba algo de tiempo que no podía utilizarlo en casa que en aquélla época no era un lugar de refugio precisamente. Así que, no sé cómo terminé acudiendo a la Iglesia de La Divina Pastora, al final de la calle Sagasta casi en el Campo del Sur. Era una ocasión para dar una última oportunidad a mi supuesta fe religiosa por la que tanto trabajaron las hermanas Carmelitas durante once años (lástima de dinero que se gastó mi madre).
La Iglesia de la Divina Pastora estaba lo suficientemente alejada de mi casa como para ser un paseo agradable acudir a ella. Su reducido tamaño la hacía muy acogedora a la vez que la disposición de los muebles. Allí daban la última misa del día, con lo que el paseo de vuelta a casa era más gratificante aún por la excasez de gente en la calle. Además, el párroco era 'un cura obrero'.
Antes de conocer la existencia del cura obrero conocí la de la monja secular obrera. Se trataba de la Hermana Pilar, carmelita que me dió química en el bachillerato. Un buen día entró en clase sin el hábito. Llevaba una camisa blanca y una falda gris tableada con imperdible en el lado izquierdo. El pelo, evidentemente, corto. Nos contó que ahora era una monja seglar que sin abandonar la congregación se iba a vivir al Barrio de Santa María, a un 'partidito' y que además daría clases en el Instituto para cubrir sus necesidades fuera de la economía de la congregación. Aquello nos dejó boquiabiertas. Siempre fue una monja de las más progres pero aquello que nos contaba parecía como imposible. No conocíamos hasta entonces otro modelo más que el de la monja-monja.
Volviendo al cura-obrero de La Pastora, aquél hombre tenía algo. Algo que no había notado jamás en ningún otro cura y no es que me codease con muchos pero, al menos, una vez por semana había que ver a uno. Esos pasaban sin pena ni gloria pero este de La Pastora tenía su aquél. No recuerdo su cara, sí sus movimientos cortos, cuerpo enjuto, voz clara, excento de homilías.
En el entorno familiar alguna vez alguien comentaba que el cura de La Pastora trabajaba en 'El Dique'. Aquéllo sonaba con tono despectivo, poco fiable y desconcertante. ¿Qué hacía un cura trabajando en el astillero?. Claro, para ese entorno familiar la labor de un cura estaba totalmente definida dentro de su parroquia, cada mochuelo... a su olivo y el de La Pastora andaba suelto.
Una vez en Madrid, supe del cura Llanos que más que un cura-obrero era el cura-de-Vallecas como si en Vallecas no hubiese más curas pero ese era más cura que ningún otro. En los tiempos en los que El Pozo era un pozo ese hombre tenía muy claro qué era lo que había que hacer. Al cura Llanos le tenían como al cura-rojo que, manteniendo un pié dentro de la Parroquia trabajó por la integración de los desheredados. No había que irse muy lejos para encontrarlos.
Luego conocí a un cura-compañero. Ingresó en la empresa tras una selección de personal para auxiliares administrativos. Casado, tres hijos, ex-emigrante en Bélgica, licenciado en Filosofía (además de Teología), militante del PC, afiliado a CC.OO., edad avanzada no cuantificable, idiomas habituales fluidos además de ruso y alemán y con tufo a cura que nunca reconoció. Pues bien, este cura-compañero
dio el gran impulso para crear la sección sindical de CC.OO. en las oficinas centrales cosa impensable hasta esas fechas además teniendo en cuenta lo fuerte que en esos momentos estaba la oficina de personal con un fichaje importante y de peso llamado Galindo.
Y, de vuelta a Cádiz, la ciudad de mis fantasmas, lejos de La Pastora, en El Dique, una mañana en la que vinieron a saludarme y acogerme los sindicalistas, uno de ellos se presentó el último
- 'Yo soy un cura obrero'
- Anda, no serás el cura de La Pastora? -solté sin pensar y sin fijarme que este hombre no componía los pocos recuerdos que me venían en forma de sensaciones de aquéllos días del 78.
- No, yo no soy ese cura -reía codeándose con otro- siempre nos confunden.
- Bueno, ya sabes donde nos tienes para lo que necesites, compañera.
- Lo mismo os digo -creo que se desconcertaron.
Durante estos dos años y medio, he visto al cura-sindicalista en varias ocasiones, siempre colocado el último del grupo del que siempre formaba parte. Nunca le vi solo, siempre se mostraba como si fuese la bala en la recámara del grupo. Como de 'sobrero'. Amenazante. De reserva. Sin perder una laboral sonrisa sindical. Siempre vestido con el mono, el casco en alguna parte, bien bajo el sobaco, bien en la mano, nunca en la cabeza pero con el casco. No le faltaba un detalle obrero. Lo tenía todo, sus botas, su grasa, su moreno, todo. Su presencia al fondo de una tarima en una asamblea lo decía todo. Su mirada también. Era como una mascota o un pendón, sí, un pendón. Un pendón de más de 52 años, vaya por Dios! así que se convirtió en un cura-ERE dentro de un expediente que lo sacó de El Dique.
Hace unos días ví aparecer a algunos del grupo que me vinieron a dar la bienvenida aquél día, entre ellos iba el cura-ERE. Estaban casi irreconocibles, el plan les había sentado bien. Venían descansados, peinados, con pantalones y camisas en lugar del mono, sus chamarretas guapas; les faltaba el casco, se debían sentir raros de no llevarlos después de tantos años. En lugar del casco, el cura-ERE llevaba un portatil. Lo portaba sin gracia, le sentaba como a un cura dos pistolas, jeje. Eso sí, iba el último del grupo, ahora como atropellándose. Manda narices ahí va el último cura-obrero, pensé; sonreí, meneé involunariamente la cabeza de lado a lado y seguí trabajando.
Creo que este cura ha pasado a una nueva vida laboral. La del sindicalista absolutamente liberado, cura-'freelance' móvil y portatil en mano consagrado full-time a CC.OO. Eso está bien, hay que tener fe.
Cuánta razón tenía mi primo cuando me decía 'Marga, qué dificil es esto de ser de izquierdas cuando se tiene la barriga llena, qué mérito tenemos!!'.
Marga.
Creo recordar que lo llevé mal, sobre todo porque me di cuenta de que solamente deseaba el fin de mi Ramadán para finalizar el bloqueo al que estaba sometida y no porque echase realmente en falta algo de aquél chico; bueno, exceptuando los paseos en la Sanglas 400.
Pues, además de ocupar el tiempo en preparar oposiciones al Ayuntamiento de Cádiz, las de Factores de la Renfe, las del antiguo Instituto Nacional de Previsión y unas a una cosa que ni me acuerdo y en tanto que salían los resultados de las oposiciones de Bazán de las 3 categorías a las que me presenté, al tiempo que cuidaba por las
mañanas a la hija de mi prima y de hacer visitas periódicas y de rigor a mis futuros suegros y finalmente exsuegros, y de pasear por la playa en invierno, pues, aún así, me sobraba algo de tiempo que no podía utilizarlo en casa que en aquélla época no era un lugar de refugio precisamente. Así que, no sé cómo terminé acudiendo a la Iglesia de La Divina Pastora, al final de la calle Sagasta casi en el Campo del Sur. Era una ocasión para dar una última oportunidad a mi supuesta fe religiosa por la que tanto trabajaron las hermanas Carmelitas durante once años (lástima de dinero que se gastó mi madre).
La Iglesia de la Divina Pastora estaba lo suficientemente alejada de mi casa como para ser un paseo agradable acudir a ella. Su reducido tamaño la hacía muy acogedora a la vez que la disposición de los muebles. Allí daban la última misa del día, con lo que el paseo de vuelta a casa era más gratificante aún por la excasez de gente en la calle. Además, el párroco era 'un cura obrero'.
Antes de conocer la existencia del cura obrero conocí la de la monja secular obrera. Se trataba de la Hermana Pilar, carmelita que me dió química en el bachillerato. Un buen día entró en clase sin el hábito. Llevaba una camisa blanca y una falda gris tableada con imperdible en el lado izquierdo. El pelo, evidentemente, corto. Nos contó que ahora era una monja seglar que sin abandonar la congregación se iba a vivir al Barrio de Santa María, a un 'partidito' y que además daría clases en el Instituto para cubrir sus necesidades fuera de la economía de la congregación. Aquello nos dejó boquiabiertas. Siempre fue una monja de las más progres pero aquello que nos contaba parecía como imposible. No conocíamos hasta entonces otro modelo más que el de la monja-monja.
Volviendo al cura-obrero de La Pastora, aquél hombre tenía algo. Algo que no había notado jamás en ningún otro cura y no es que me codease con muchos pero, al menos, una vez por semana había que ver a uno. Esos pasaban sin pena ni gloria pero este de La Pastora tenía su aquél. No recuerdo su cara, sí sus movimientos cortos, cuerpo enjuto, voz clara, excento de homilías.
En el entorno familiar alguna vez alguien comentaba que el cura de La Pastora trabajaba en 'El Dique'. Aquéllo sonaba con tono despectivo, poco fiable y desconcertante. ¿Qué hacía un cura trabajando en el astillero?. Claro, para ese entorno familiar la labor de un cura estaba totalmente definida dentro de su parroquia, cada mochuelo... a su olivo y el de La Pastora andaba suelto.
Una vez en Madrid, supe del cura Llanos que más que un cura-obrero era el cura-de-Vallecas como si en Vallecas no hubiese más curas pero ese era más cura que ningún otro. En los tiempos en los que El Pozo era un pozo ese hombre tenía muy claro qué era lo que había que hacer. Al cura Llanos le tenían como al cura-rojo que, manteniendo un pié dentro de la Parroquia trabajó por la integración de los desheredados. No había que irse muy lejos para encontrarlos.
Luego conocí a un cura-compañero. Ingresó en la empresa tras una selección de personal para auxiliares administrativos. Casado, tres hijos, ex-emigrante en Bélgica, licenciado en Filosofía (además de Teología), militante del PC, afiliado a CC.OO., edad avanzada no cuantificable, idiomas habituales fluidos además de ruso y alemán y con tufo a cura que nunca reconoció. Pues bien, este cura-compañero
dio el gran impulso para crear la sección sindical de CC.OO. en las oficinas centrales cosa impensable hasta esas fechas además teniendo en cuenta lo fuerte que en esos momentos estaba la oficina de personal con un fichaje importante y de peso llamado Galindo.
Y, de vuelta a Cádiz, la ciudad de mis fantasmas, lejos de La Pastora, en El Dique, una mañana en la que vinieron a saludarme y acogerme los sindicalistas, uno de ellos se presentó el último
- 'Yo soy un cura obrero'
- Anda, no serás el cura de La Pastora? -solté sin pensar y sin fijarme que este hombre no componía los pocos recuerdos que me venían en forma de sensaciones de aquéllos días del 78.
- No, yo no soy ese cura -reía codeándose con otro- siempre nos confunden.
- Bueno, ya sabes donde nos tienes para lo que necesites, compañera.
- Lo mismo os digo -creo que se desconcertaron.
Durante estos dos años y medio, he visto al cura-sindicalista en varias ocasiones, siempre colocado el último del grupo del que siempre formaba parte. Nunca le vi solo, siempre se mostraba como si fuese la bala en la recámara del grupo. Como de 'sobrero'. Amenazante. De reserva. Sin perder una laboral sonrisa sindical. Siempre vestido con el mono, el casco en alguna parte, bien bajo el sobaco, bien en la mano, nunca en la cabeza pero con el casco. No le faltaba un detalle obrero. Lo tenía todo, sus botas, su grasa, su moreno, todo. Su presencia al fondo de una tarima en una asamblea lo decía todo. Su mirada también. Era como una mascota o un pendón, sí, un pendón. Un pendón de más de 52 años, vaya por Dios! así que se convirtió en un cura-ERE dentro de un expediente que lo sacó de El Dique.
Hace unos días ví aparecer a algunos del grupo que me vinieron a dar la bienvenida aquél día, entre ellos iba el cura-ERE. Estaban casi irreconocibles, el plan les había sentado bien. Venían descansados, peinados, con pantalones y camisas en lugar del mono, sus chamarretas guapas; les faltaba el casco, se debían sentir raros de no llevarlos después de tantos años. En lugar del casco, el cura-ERE llevaba un portatil. Lo portaba sin gracia, le sentaba como a un cura dos pistolas, jeje. Eso sí, iba el último del grupo, ahora como atropellándose. Manda narices ahí va el último cura-obrero, pensé; sonreí, meneé involunariamente la cabeza de lado a lado y seguí trabajando.
Creo que este cura ha pasado a una nueva vida laboral. La del sindicalista absolutamente liberado, cura-'freelance' móvil y portatil en mano consagrado full-time a CC.OO. Eso está bien, hay que tener fe.
Cuánta razón tenía mi primo cuando me decía 'Marga, qué dificil es esto de ser de izquierdas cuando se tiene la barriga llena, qué mérito tenemos!!'.
Marga.
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Relatos
jueves, 28 de abril de 2005
La Familia y Lunas de Hiel'
Tiene su gracia. La Iglesia siempre ha querido ser estandarte de los valores de la familia. Es curioso. A casi todos se nos ha planteado alguna vez la paradoja de cómo es posible que una institución que no conoce la profundidad de lo que es la Familia puede hablar de ella. Es algo demasiado trivial. Aún así, aún en la evidencia del desconocimiento de lo que es la Familia, no sólo hablan de ella sino que insisten vehementemente en manejarlas.
Once años estudiando en un colegio de monjas dan para mucho. Recuerdo que una monja, en una encerrona de una clase de tutoría, reconoció que se había metido a monja porque era la salida para no ser la hermana que se quedase en casa a cuidar de sus padres porque a ella eso del matrimonio como que le daba susto. Yo diría que ninguna monja estaba en un Convento-Colegio cercano a sus padres. Eso, realmente tendría su sentido ya que les evitaría que sus familias las distrajesen de sus oraciones ya que todos sabemos la dedicación que nuestros padres nos exigen llegada una determinada edad. Claro. Aún así, defendían la familia.
El tema de los hijos, de la infancia, de la adolescencia, bueno, parecía que controlaban y conocían en profundidad todos esos temas atreviéndose a sentar verdaderas cátedras sobre cómo educar a los hijos. Y el caso es que realizaban una labor educativa, también traumatizante y frustrante, represiva, pero educativa al fin, eso sí, sin ninguna continuidad. Responsabilidad limitada de lunes a viernes, de 9 a 6 y de Septiembre a Junio desde los 5 a los 17 años. Nada comparable con la labor día a día, minuto a minuto, año tras año, de unos padres con unos hijos cuando realmente los padres tienen las riendas de la educación. Aún así, tiene su mérito.
Recuerdo que a las monjas se les llenaba la boca cuando hablaban de la familia. La familia. La familia. Qué bonito!. Eso sí, en ese término no tenían cabida esas en las que el padre estampaba contra la pared a la madre o a los hijos porque, claro está, ningún hijo va a quedarse quieto, tenga la edad que tenga, viendo a su madre pegada a la pared por lo que, aunque normalmente no se tiene en cuenta, donde hay una mujer 'que recibe' hay hijos amorataos. Claro, tampoco caben las familias en las que no hay papás, esas en las que son las mujeres sin maridos las que sacan sus hijos adelante. Esas familias son clandestinas, mejor no tocarlas aunque sean mujeres fuertes, valientes, comprometidas, duras a veces, que no saben a dónde mirar y que no tienen quién les dé un soplido en un ojo pero que mantienen a sus hijos íntegros, educados, preparados y listos para ser felices a su costa. Aún así, pretenden hacer caridades con ellas, no está mal.
Qué fantástico debe ser mantener una familia dentro del seno de la Iglesia, no cayendo en las tentaciones de la carne ni en las de ser uno mismo dejando la vida pasar hasta cumplir los preceptos y ganar el cielo.
En cambio, qué difícil es sacrificar la propia integridad, la vida activa, incluso la autoestima y en favor de la Familia desde el agnosticismo apretando los dientes. Aún así, mantenemos las Falimias unidas.
Ayer por la tarde, después de un no buen día, fui a ver pisos en venta con mi hija pequeña. No hubo suerte, nada nos gustó. Para levantar el ánimo le dije 'Anda, venga, vámonos a merendar tortitas con nata'. Mientras nos servían las coca-colas me dijo 'No te preocupes, Mamá, ya encontraremos lo que necesitamos y no te apures que en cuanto podamos Lorca y yo nos vamos a Madrid a estudiar porque aquí en Cádiz no nos vamos a quedar' 'Pero qué estás diciendo? Haberme dicho esto antes de venir aquí!!! Vosotras fuísteis quienes insistieron. Vine por vosotras!! Para que estuviéseis con vuestro padre!!! Por mantener unida la Familia!!!!' 'No te enfades, Mamá, eso lo dije cuando tenía 9 años' Me quedé mirando la calle a través de la luna del escaparate 'Anda, termínate el batido que nos tenemos que ir'. Aún así, a pesar de ganarme el infierno cada día, de apreciar 'Lunas de hiel' sin , de desear el marido de una prójima, a pesar de mí misma, defiendo cada uno de los valores de la-mi Familia con los dientes.
Marga.
Once años estudiando en un colegio de monjas dan para mucho. Recuerdo que una monja, en una encerrona de una clase de tutoría, reconoció que se había metido a monja porque era la salida para no ser la hermana que se quedase en casa a cuidar de sus padres porque a ella eso del matrimonio como que le daba susto. Yo diría que ninguna monja estaba en un Convento-Colegio cercano a sus padres. Eso, realmente tendría su sentido ya que les evitaría que sus familias las distrajesen de sus oraciones ya que todos sabemos la dedicación que nuestros padres nos exigen llegada una determinada edad. Claro. Aún así, defendían la familia.
El tema de los hijos, de la infancia, de la adolescencia, bueno, parecía que controlaban y conocían en profundidad todos esos temas atreviéndose a sentar verdaderas cátedras sobre cómo educar a los hijos. Y el caso es que realizaban una labor educativa, también traumatizante y frustrante, represiva, pero educativa al fin, eso sí, sin ninguna continuidad. Responsabilidad limitada de lunes a viernes, de 9 a 6 y de Septiembre a Junio desde los 5 a los 17 años. Nada comparable con la labor día a día, minuto a minuto, año tras año, de unos padres con unos hijos cuando realmente los padres tienen las riendas de la educación. Aún así, tiene su mérito.
Recuerdo que a las monjas se les llenaba la boca cuando hablaban de la familia. La familia. La familia. Qué bonito!. Eso sí, en ese término no tenían cabida esas en las que el padre estampaba contra la pared a la madre o a los hijos porque, claro está, ningún hijo va a quedarse quieto, tenga la edad que tenga, viendo a su madre pegada a la pared por lo que, aunque normalmente no se tiene en cuenta, donde hay una mujer 'que recibe' hay hijos amorataos. Claro, tampoco caben las familias en las que no hay papás, esas en las que son las mujeres sin maridos las que sacan sus hijos adelante. Esas familias son clandestinas, mejor no tocarlas aunque sean mujeres fuertes, valientes, comprometidas, duras a veces, que no saben a dónde mirar y que no tienen quién les dé un soplido en un ojo pero que mantienen a sus hijos íntegros, educados, preparados y listos para ser felices a su costa. Aún así, pretenden hacer caridades con ellas, no está mal.
Qué fantástico debe ser mantener una familia dentro del seno de la Iglesia, no cayendo en las tentaciones de la carne ni en las de ser uno mismo dejando la vida pasar hasta cumplir los preceptos y ganar el cielo.
En cambio, qué difícil es sacrificar la propia integridad, la vida activa, incluso la autoestima y en favor de la Familia desde el agnosticismo apretando los dientes. Aún así, mantenemos las Falimias unidas.
Ayer por la tarde, después de un no buen día, fui a ver pisos en venta con mi hija pequeña. No hubo suerte, nada nos gustó. Para levantar el ánimo le dije 'Anda, venga, vámonos a merendar tortitas con nata'. Mientras nos servían las coca-colas me dijo 'No te preocupes, Mamá, ya encontraremos lo que necesitamos y no te apures que en cuanto podamos Lorca y yo nos vamos a Madrid a estudiar porque aquí en Cádiz no nos vamos a quedar' 'Pero qué estás diciendo? Haberme dicho esto antes de venir aquí!!! Vosotras fuísteis quienes insistieron. Vine por vosotras!! Para que estuviéseis con vuestro padre!!! Por mantener unida la Familia!!!!' 'No te enfades, Mamá, eso lo dije cuando tenía 9 años' Me quedé mirando la calle a través de la luna del escaparate 'Anda, termínate el batido que nos tenemos que ir'. Aún así, a pesar de ganarme el infierno cada día, de apreciar 'Lunas de hiel' sin , de desear el marido de una prójima, a pesar de mí misma, defiendo cada uno de los valores de la-mi Familia con los dientes.
Marga.
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Relatos
viernes, 25 de febrero de 2005
Creo que era jueves.
Creo que era jueves, sí, es posible que fuese jueves. El día siguiente era fiesta, día de Todos los Santos. Las tardes eran cada vez más cortas y aquella parecía haberlo sido más, hacía algo de frío, creo que yo llevaba puesta la rebeca azul del uniforme del colegio.
Aquella tarde me entretuve a la salida de clase con Inma Carvajal y con Charito Fresnadillo. Habíamos estado haciendo planes para el día siguiente, queríamos salir por la mañana a dar un paseo.
Cuando volví a casa del colegio mi padre ya había llegado de trabajar. Normalmente yo llegaba antes.
- Y mamá, dónde está?
- Como te tardabas, ha bajado a darte el encuentro.
Debí haber olvidado que mi madre me había dicho que llegase pronto, que quería que fuésemos a ‘La plaza[1]’ a comprar para la cena y ‘los tosantos[2]’. Lo que no había olvidado es que mi padre me había prometido que me daría dinero para comprarme un babi nuevo cuando cobrase. Me había dicho unos días antes que el 31 cobraría y era 31. No recuerdo las palabras que le dije. Me enfadé mucho cuando me dijo que no me daba dinero para tonterías, que aguantase con el que tenía, no sé cuantas más cosas. Yo no me quedé corta, le reproché su falta de responsabilidad con nosotros. Creo que le insulté porque se enfadó mucho. No llegó a ponerse violento. Creo que me envalentoné, quizás me di cuenta de que no había bebido. Aún así, allí solamente estábamos él y yo y podía haberme dado un guantazo en cualquier momento viendo como yo me había puesto. Por menos me habría ganado una paliza. Sonó el timbre del portal, era mi madre, sin despedirme de él, bajé rápidamente todos los escalones hasta el portal y allí estaba mi madre, enfadada por mi tardanza. Le conté que él no me había dado el dinero para el babi. Ella ya no se atrevía a pedírselo y en esta ocasión me había tocado a mi dar la cara. Me quiso conformar diciéndome que el que tenía no me quedaba tan pequeño y me animó con ir a la Plaza a ver cómo habían adornado los puestos[3].
Cuando regresamos debían ser cerca de las nueve de la noche. Mi padre le había dicho a mi madre que tendría la mesa puesta para la cena cuando llegásemos. Por debajo de la puerta se veía un resquicio de luz. Mi madre metió la llave en la cerradura pero no pudo abrir. Volvió a insistir pero fue imposible, la llave abría pero el cerrojo estaba echado y solamente se podía abrir desde dentro. Llamó al timbre de la puerta. Mi padre no abría. Volvimos a insistir llamando con los nudillos. Mi padre no abría. Comenzó a llamarlo.
- Carlos, Carlos, abre.
- Papá, papá...
Después de un buen rato esperando... comenzamos a ponernos nerviosas, dentro no se oía ningún ruido, se veía luz por las ventanas y debajo de la puerta; mi madre subió por las escaleras de madera que llevan a la azotea, abrió la puerta y corrió a asomarse a la barandilla del patio al que da la ventana del cuarto de baño. Había luz en el cuarto de baño, la única hoja de la ventana estaba entreabierta y se veía el brazo de mi padre apoyado sobre el lavabo y la cabeza dejada caer encima. Mi madre comenzó a gritar llamándolo
–Carlos, Carlos!!!!
–Papá, papá ¡!!!!
No se movía.
Corrimos de nuevo escaleras abajo para intentar abrir la puerta, ahora mucho más nerviosas. Juan, volvía a su casa de trabajar y desde la escalera nos estaba viendo en el rellano dando golpes a la puerta.
–Qué pasa, qué pasa?
–Es Carlos, está dentro y no abre
–Y la llave?
–Está echado un cerrojo que sólo se abre por dentro. No puedo abrir.
En ese momento también llegó mi hermano Carlos, venía de Bellas Artes, subió la escalera corriendo al oír los gritos. Entre Carlos y Juan, tiraron la puerta abajo. Los cuatro corrimos por el pasillo hasta llegar al cuarto de baño. En cuanto le vimos creo que todos supimos que estaba muerto. Nadie gritó. Mi madre gemía diciendo no recuerdo qué, actuaba rápido, no sé qué hacia pero lo que hacía lo hacía rápido.
–Ven conmigo –me dijo Carlos. Salimos los dos corriendo escaleras abajo y luego calle abajo
–A dónde vamos?
–A buscar un médico.
Calle arriba venía mi tía Emilia agarrada como siempre del brazo de mi tío Santiago, se asustaron al vernos correr de aquella manera y casi al paso le dije que se subiera a casa, que mi padre estaba muerto. Llegamos sin aliento al Ambulatorio. Cuando nos vieron llegar salieron a nuestro encuentro dos personas para calmarnos. Carlos gritaba preguntando por un médico. Nos preguntaron para qué, y él contestó que quería un médico, que su padre estaba muerto. La respuesta fue que si estaba muerto, para qué queríamos un médico. Éramos dos chiquillos, él tenía 18 años y yo 13 y el celador aquél era un hombre mayor, creo que no supimos responderle. Luego nos dijo que el médico había salido a una urgencia, que le diésemos los datos que ya iría. Carlos dio los datos, los miró con desprecio y me dijo otra vez, venga... vamos, y volvimos a salir corriendo. Esta vez le perdí, él corría más que yo y le perdí. Me fui a casa. A mi padre le habían puesto sobre la cama. Estaba inmóvil, blanco. Al momento llegó el médico de toda la vida de la familia de mi madre, D. Eduardo. Y al ratito, llegó Carlos con el médico de cabecera, D. Adolfo. A por ellos dos había ido después de lo que pasó en el Ambulatorio. En unos minutos también llegó el médico del Ambulatorio. Los tres vieron a mi padre un instante y estuvieron hablando un momento. El primero en marcharse fue el del ambulatorio, luego se marchó D. Eduardo dando el pésame a mi madre y finalmente D. Adolfo le dijo a mi madre que mi padre había muerto de un infarto de miocardio.
Desde aquél día todo en nuestras vidas cambió. Pasaron muchas cosas. Algo que pasó ese día y que yo jamás logré explicarme fue por qué estaba echado el cerrojo de la puerta. Ese cerrojo solamente lo echaba mi madre cuando se iba a dormir y estábamos todos ya en casa, nunca antes. Mi padre, nunca. Tampoco pude explicarme las reacciones que tuvo Carlos después de aquello. Siempre pensé que él ocultaba cosas que sabía.
Al paso de los años, en las pocas ocasiones en las que he hablado con mi madre y con mi hermano José Luis y hemos puesto en común nuestras dudas, hemos llegado muchas veces a la conclusión de que realmente pasó lo que nosotros creímos que había pasado y no lo que los médicos acordaron y nos dijeron.
Tardé muchos años en llorar a mi padre, cuando le lloré creo que fue de rabia. Me sentía en cierto modo orgullosa de haber prescindido de él y por no haberle llorado habiendo cumplido lo que Carlos nos pidió a José Luis y a mí en el portal de casa aquella noche –Que mamá no os vea llorar, entendido? Entendido?- nunca he llorado su ausencia.
La última persona con la que habló fue conmigo. Nuestra última conversación fue una discusión llena de reproches.
No me dio tiempo ni ocasión de conocerle, al menos creo que fue insuficiente. Muchas cosas se truncaron y otras se resolvieron de golpe.
Han pasado ya más de treinta años. Si alguna vez lloro recordando lo que pasó, nunca lo hago por él sino por mis hermanos y por mí. Si alguna vez le recuerdo, termino sonriendo hacia adentro con algo de satisfacción por lo que soy a pesar de él.
Y cuando sueño con él, siempre es una situación en la que repentinamente se presenta en casa y ya no tiene sitio en nuestras vidas, viene como de haber estado en otro país, con otras gentes y llega cansado. En mis sueños yo vuelvo a los reproches de aquél día y a una batería de preguntas sin respuestas hasta que me despierto. Cuando vuelvo al mundo real, respiro.
Marga.
[1] La Plaza es como se llama en mi ciudad al mercado de abastos.
[2] El día 31 de Octubre, víspera de la festividad de ‘Todos los Santos’ se acostumbra comprar en en mi ciudad frutos secos de otoño (nueces, castañas, almendras), a esos frutos, en esa fecha, se le llama ‘los tosantos’.
[3] El día 31 de Octubre se adornan los puestos del Mercado de Abastos, hacen concursos, dan premios. Para los adornos utilizan los mismos productos que venden, hacían cosas muy simpáticas (partidos de fútbol con pescados, conejos vestidos...)
Aquella tarde me entretuve a la salida de clase con Inma Carvajal y con Charito Fresnadillo. Habíamos estado haciendo planes para el día siguiente, queríamos salir por la mañana a dar un paseo.
Cuando volví a casa del colegio mi padre ya había llegado de trabajar. Normalmente yo llegaba antes.
- Y mamá, dónde está?
- Como te tardabas, ha bajado a darte el encuentro.
Debí haber olvidado que mi madre me había dicho que llegase pronto, que quería que fuésemos a ‘La plaza[1]’ a comprar para la cena y ‘los tosantos[2]’. Lo que no había olvidado es que mi padre me había prometido que me daría dinero para comprarme un babi nuevo cuando cobrase. Me había dicho unos días antes que el 31 cobraría y era 31. No recuerdo las palabras que le dije. Me enfadé mucho cuando me dijo que no me daba dinero para tonterías, que aguantase con el que tenía, no sé cuantas más cosas. Yo no me quedé corta, le reproché su falta de responsabilidad con nosotros. Creo que le insulté porque se enfadó mucho. No llegó a ponerse violento. Creo que me envalentoné, quizás me di cuenta de que no había bebido. Aún así, allí solamente estábamos él y yo y podía haberme dado un guantazo en cualquier momento viendo como yo me había puesto. Por menos me habría ganado una paliza. Sonó el timbre del portal, era mi madre, sin despedirme de él, bajé rápidamente todos los escalones hasta el portal y allí estaba mi madre, enfadada por mi tardanza. Le conté que él no me había dado el dinero para el babi. Ella ya no se atrevía a pedírselo y en esta ocasión me había tocado a mi dar la cara. Me quiso conformar diciéndome que el que tenía no me quedaba tan pequeño y me animó con ir a la Plaza a ver cómo habían adornado los puestos[3].
Cuando regresamos debían ser cerca de las nueve de la noche. Mi padre le había dicho a mi madre que tendría la mesa puesta para la cena cuando llegásemos. Por debajo de la puerta se veía un resquicio de luz. Mi madre metió la llave en la cerradura pero no pudo abrir. Volvió a insistir pero fue imposible, la llave abría pero el cerrojo estaba echado y solamente se podía abrir desde dentro. Llamó al timbre de la puerta. Mi padre no abría. Volvimos a insistir llamando con los nudillos. Mi padre no abría. Comenzó a llamarlo.
- Carlos, Carlos, abre.
- Papá, papá...
Después de un buen rato esperando... comenzamos a ponernos nerviosas, dentro no se oía ningún ruido, se veía luz por las ventanas y debajo de la puerta; mi madre subió por las escaleras de madera que llevan a la azotea, abrió la puerta y corrió a asomarse a la barandilla del patio al que da la ventana del cuarto de baño. Había luz en el cuarto de baño, la única hoja de la ventana estaba entreabierta y se veía el brazo de mi padre apoyado sobre el lavabo y la cabeza dejada caer encima. Mi madre comenzó a gritar llamándolo
–Carlos, Carlos!!!!
–Papá, papá ¡!!!!
No se movía.
Corrimos de nuevo escaleras abajo para intentar abrir la puerta, ahora mucho más nerviosas. Juan, volvía a su casa de trabajar y desde la escalera nos estaba viendo en el rellano dando golpes a la puerta.
–Qué pasa, qué pasa?
–Es Carlos, está dentro y no abre
–Y la llave?
–Está echado un cerrojo que sólo se abre por dentro. No puedo abrir.
En ese momento también llegó mi hermano Carlos, venía de Bellas Artes, subió la escalera corriendo al oír los gritos. Entre Carlos y Juan, tiraron la puerta abajo. Los cuatro corrimos por el pasillo hasta llegar al cuarto de baño. En cuanto le vimos creo que todos supimos que estaba muerto. Nadie gritó. Mi madre gemía diciendo no recuerdo qué, actuaba rápido, no sé qué hacia pero lo que hacía lo hacía rápido.
–Ven conmigo –me dijo Carlos. Salimos los dos corriendo escaleras abajo y luego calle abajo
–A dónde vamos?
–A buscar un médico.
Calle arriba venía mi tía Emilia agarrada como siempre del brazo de mi tío Santiago, se asustaron al vernos correr de aquella manera y casi al paso le dije que se subiera a casa, que mi padre estaba muerto. Llegamos sin aliento al Ambulatorio. Cuando nos vieron llegar salieron a nuestro encuentro dos personas para calmarnos. Carlos gritaba preguntando por un médico. Nos preguntaron para qué, y él contestó que quería un médico, que su padre estaba muerto. La respuesta fue que si estaba muerto, para qué queríamos un médico. Éramos dos chiquillos, él tenía 18 años y yo 13 y el celador aquél era un hombre mayor, creo que no supimos responderle. Luego nos dijo que el médico había salido a una urgencia, que le diésemos los datos que ya iría. Carlos dio los datos, los miró con desprecio y me dijo otra vez, venga... vamos, y volvimos a salir corriendo. Esta vez le perdí, él corría más que yo y le perdí. Me fui a casa. A mi padre le habían puesto sobre la cama. Estaba inmóvil, blanco. Al momento llegó el médico de toda la vida de la familia de mi madre, D. Eduardo. Y al ratito, llegó Carlos con el médico de cabecera, D. Adolfo. A por ellos dos había ido después de lo que pasó en el Ambulatorio. En unos minutos también llegó el médico del Ambulatorio. Los tres vieron a mi padre un instante y estuvieron hablando un momento. El primero en marcharse fue el del ambulatorio, luego se marchó D. Eduardo dando el pésame a mi madre y finalmente D. Adolfo le dijo a mi madre que mi padre había muerto de un infarto de miocardio.
Desde aquél día todo en nuestras vidas cambió. Pasaron muchas cosas. Algo que pasó ese día y que yo jamás logré explicarme fue por qué estaba echado el cerrojo de la puerta. Ese cerrojo solamente lo echaba mi madre cuando se iba a dormir y estábamos todos ya en casa, nunca antes. Mi padre, nunca. Tampoco pude explicarme las reacciones que tuvo Carlos después de aquello. Siempre pensé que él ocultaba cosas que sabía.
Al paso de los años, en las pocas ocasiones en las que he hablado con mi madre y con mi hermano José Luis y hemos puesto en común nuestras dudas, hemos llegado muchas veces a la conclusión de que realmente pasó lo que nosotros creímos que había pasado y no lo que los médicos acordaron y nos dijeron.
Tardé muchos años en llorar a mi padre, cuando le lloré creo que fue de rabia. Me sentía en cierto modo orgullosa de haber prescindido de él y por no haberle llorado habiendo cumplido lo que Carlos nos pidió a José Luis y a mí en el portal de casa aquella noche –Que mamá no os vea llorar, entendido? Entendido?- nunca he llorado su ausencia.
La última persona con la que habló fue conmigo. Nuestra última conversación fue una discusión llena de reproches.
No me dio tiempo ni ocasión de conocerle, al menos creo que fue insuficiente. Muchas cosas se truncaron y otras se resolvieron de golpe.
Han pasado ya más de treinta años. Si alguna vez lloro recordando lo que pasó, nunca lo hago por él sino por mis hermanos y por mí. Si alguna vez le recuerdo, termino sonriendo hacia adentro con algo de satisfacción por lo que soy a pesar de él.
Y cuando sueño con él, siempre es una situación en la que repentinamente se presenta en casa y ya no tiene sitio en nuestras vidas, viene como de haber estado en otro país, con otras gentes y llega cansado. En mis sueños yo vuelvo a los reproches de aquél día y a una batería de preguntas sin respuestas hasta que me despierto. Cuando vuelvo al mundo real, respiro.
Marga.
[1] La Plaza es como se llama en mi ciudad al mercado de abastos.
[2] El día 31 de Octubre, víspera de la festividad de ‘Todos los Santos’ se acostumbra comprar en en mi ciudad frutos secos de otoño (nueces, castañas, almendras), a esos frutos, en esa fecha, se le llama ‘los tosantos’.
[3] El día 31 de Octubre se adornan los puestos del Mercado de Abastos, hacen concursos, dan premios. Para los adornos utilizan los mismos productos que venden, hacían cosas muy simpáticas (partidos de fútbol con pescados, conejos vestidos...)
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Relatos
jueves, 24 de febrero de 2005
Desde el Sur, echando las cuentas.
No sé la edad que tiene esta mujer. Realmente con los nuevos tintes y combinaciones de mechas, transparencias y permanentes que están de moda me resulta complicado echar edad a la gente. También es arriesgado pensar que alguien es mayor porque está calvo cuando a mi alrededor hay varios chavales que no llegan a los veintipocos que se afeitan la cabeza cada semana. Las canas tampoco son una pista porque tengo entendido que en toda la Bahía no se vende un tarro de 'Just for men' desde hace meses y yo, con mis cuarenta y pocos tacos ya ves tú, con las canas contadas. Tiene su gracia, ahora todo el mundo quiere ser mayor.
Pues esta mujer, que no sé qué edad tiene, me ha dicho claramente que no quiere dejar su trabajo. Así de claro. No quiere irse a su casa y dejar de trabajar.
- Aún estoy esperando que alguien me dé una explicación de por qué tengo que irme. Nadie ha sido capaz de darme una razón que me justifique lo que está pasando. No tiene sentido. Si sobra un número de gente pues que busquen por ahí gente que se quiera ir; seguro que hay un tío en el taller de bloques planos con 50 años que está loco por largarse, pues que se vaya y que me dejen en paz. Y lo peor es que cuando salgo de aquí y voy para casa, por el camino, voy pensando que si seré masoquista. Que no hay nadie que me vaya a agradecer nada y que todo esto no sirve para nada. El otro día estuve hablando con el Jefe de Madrid y lo más que conseguí que me dijera es que no me preocupe, que me fije en él que él también se va y no pasa nada y me dio más nombres de otra gente. Te crees que eso se puede decir así? No lo entiendo. Esto es de locos. Soy una mujer útil, me gusta mi trabajo, y no es que no tenga cosas que hacer fuera, claro que las tengo pero aquí también. Toda la vida trabajando, esforzándome, manteniendo el tipo, intentando llevarme bien con unos y con otros y ahora se ríen de mí. Sí, es verdad, no me digas que no, aquí todos los días me toman el pelo porque aún no les he traido la partida de nacimiento. Qué partida de nacimiento ni que leches! El otro día mandé a mi marido al registro de Puerto Real y se fue desesperado, había tanta cola que habían comenzado a dar números y ya ni números quedaban y eran las 8 de la mañana!! esto es demencial. Pues no he traido la partida, ea! y qué pasa? nada. Cuando me tenga que ir, me iré, y listo, con partida de nacimiento o sin ella. Parece que si no dices que te quieres ir estás loca o tonta. No hay nada que hacer. Y lo peor es que los que se quedan lo hacen pensando que va a haber otra como ésta y que de la siguiente se irán ellos y así no hay quien haga nada. En fin...
- Entiendo perfectamente lo que me dices [...] y te confieso que yo estoy echando las cuentas también... cuarenta y cuatro... ummm.... más ocho...ummm cincuenta y dos!! quién no aguanta ocho años? Es broma, mujer (risas). En serio, llevas toda la razón. En esta ocasión creo que es cuando más me está costando mantener el tipo, por muchos motivos. Y algunos de los que se van deberían saber que hay quien piensa y dice como tú porque algunas veces tengo la impresión de que muchos se están yendo tras el Flautista de Hamelin.
Voy a lamentar también que se marche esta mujer, no contaba con ello.
Marga.
Pues esta mujer, que no sé qué edad tiene, me ha dicho claramente que no quiere dejar su trabajo. Así de claro. No quiere irse a su casa y dejar de trabajar.
- Aún estoy esperando que alguien me dé una explicación de por qué tengo que irme. Nadie ha sido capaz de darme una razón que me justifique lo que está pasando. No tiene sentido. Si sobra un número de gente pues que busquen por ahí gente que se quiera ir; seguro que hay un tío en el taller de bloques planos con 50 años que está loco por largarse, pues que se vaya y que me dejen en paz. Y lo peor es que cuando salgo de aquí y voy para casa, por el camino, voy pensando que si seré masoquista. Que no hay nadie que me vaya a agradecer nada y que todo esto no sirve para nada. El otro día estuve hablando con el Jefe de Madrid y lo más que conseguí que me dijera es que no me preocupe, que me fije en él que él también se va y no pasa nada y me dio más nombres de otra gente. Te crees que eso se puede decir así? No lo entiendo. Esto es de locos. Soy una mujer útil, me gusta mi trabajo, y no es que no tenga cosas que hacer fuera, claro que las tengo pero aquí también. Toda la vida trabajando, esforzándome, manteniendo el tipo, intentando llevarme bien con unos y con otros y ahora se ríen de mí. Sí, es verdad, no me digas que no, aquí todos los días me toman el pelo porque aún no les he traido la partida de nacimiento. Qué partida de nacimiento ni que leches! El otro día mandé a mi marido al registro de Puerto Real y se fue desesperado, había tanta cola que habían comenzado a dar números y ya ni números quedaban y eran las 8 de la mañana!! esto es demencial. Pues no he traido la partida, ea! y qué pasa? nada. Cuando me tenga que ir, me iré, y listo, con partida de nacimiento o sin ella. Parece que si no dices que te quieres ir estás loca o tonta. No hay nada que hacer. Y lo peor es que los que se quedan lo hacen pensando que va a haber otra como ésta y que de la siguiente se irán ellos y así no hay quien haga nada. En fin...
- Entiendo perfectamente lo que me dices [...] y te confieso que yo estoy echando las cuentas también... cuarenta y cuatro... ummm.... más ocho...ummm cincuenta y dos!! quién no aguanta ocho años? Es broma, mujer (risas). En serio, llevas toda la razón. En esta ocasión creo que es cuando más me está costando mantener el tipo, por muchos motivos. Y algunos de los que se van deberían saber que hay quien piensa y dice como tú porque algunas veces tengo la impresión de que muchos se están yendo tras el Flautista de Hamelin.
Voy a lamentar también que se marche esta mujer, no contaba con ello.
Marga.
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