Todo ha comenzado cuando alguien que ha venido a este 'área' y ha realizado un comentario. Serían las diez de la mañana.
- La Industria Auxiliar se está organizando. Van a poner barricadas en la salida del aparcamiento para que nadie salga.
Inmediatamente, como impulsados por resortes conocidos, la gente ha comenzado a levantarse de sus sillas, han cogido las llaves de los coches, algunos han cerrado el ordenador con rapidez y han comenzado a bajar las escaleras. Poca gente hablaba entre sí, nadie se cuestionaba nada, pocas preguntas. Había saltado una voz de alarma y todos estaban actuando en consecuencia.
- Pasa algo? -pregunté a alguno que pasaba-
- Si tienes el coche en el aparcamiento, mejor que lo saques fuera.
Los que se sientan a mi izquierda ya habían cerrado los ordenadores, recogido las mesas y alguna chica hasta se había colgado el bolso del hombro.
- Pero os vais? -seguí preguntando, casi imaginando las respuestas.
- Estas cosas nunca se saben cuánto pueden tardar. Por si acaso, recojo.
- Acuérdate, fulano, cuando le rompieron el ordenador a aquél.
- Sí, aquéllo fue tremendo... éstos te ven trabajando y no veas la que te lian.
Una veterana de aquí me ha venido a preguntar que qué pasa, eso me ha terminado de reventar.
- Que qué pasa? tú lo sabrás mejor que yo que llevas aquí 30 años.
- No te enfades conmigo, como te vi hablando pensé que sabías qué pasaba.
- Vaya...
Menuda mierda, pensé. Aún no se me había quitado del cuerpo los malos tragos del miércoles y el jueves y otra vez a las mismas. Cogí las llaves del coche del bolso de un manotazo y me dirigí a las escaleras. Por cada una de las dos escaleras de este edificio bajaba gente con las mismas prisas que llevaba yo. Al llegar a la puerta giratoria me frené, no llevaba encima la tarjeta para salir por el torno; si quería sacar el coche debía volver a mi sitio a por la tarjeta. En esos segundos al darme la vuelta observé las caras de las gentes que salían, parecían autómatas, parecían adiestrados para la evacuación como si de una emergencia se tratase. Quizás era eso lo que pensaban.
Pero qué estoy haciendo -pensé-, si cuando salga a las tres de la tarde no me dejan sacar el coche, llamo a la grúa o al 092 -me bromeaba a mí misma-.
El cabreo iba creciendo en mi cabeza acumulado con los malos ratos de los días pasados. La gente del Departamento no estaba cabreada, estaba asustada.
- Oye, están sacando todos los coches del aparcamiento, cuando vengan los de la Industria Auxiliar y no encuentren coches para quemar se van a liar con las mesas -soltó uno que apareció detrás de los biombos.
- Lo único que tengo mío me lo llevo, así que por mí puede arder esto -el veterano que hizo el comentario creo que sabía lo que decía, aquí no dejaba nada suyo.
En menos de un minuto aquí no quedaba nadie salvo otra chica de plantilla y yo. Las dos nos miramos, sonreimos, ella se acercó a mi sitio y me preguntó si había sacado el coche.
- No, no lo he sacado. Me resisto a entrar en el juego del miedo.
- Yo tampoco lo he sacado. Supongo que nos quedaremos sin coches.
- Ya veremos qué pasa y qué hacemos pero esto me parece una barbaridad.
Las dos estábamos de acuerdo en que la gente estaba llena de miedo además de llenas de ganas de largarse y continuamos trabajando.
En un momento comenzamos a oir gritos, voces, golpes que entraban por las ventanas del lateral que da a la entrada principal del edificio. Algunas personas que aún quedaban al otro lado de la planta en la que estamos la otra chica y yo bajaron rápidos la escalera. Alguno decía algo parecido a -Cuando vangan no quiero que me encuentren aquí. Un responsable de la oficina de personal asomó por lo alto de los biombos, cuando le dije que pretendíamos seguir en la oficina aunque la gente se había marchado me soltó un 'Pues muy mal hecho' acompañado de una sonrisa que no supe interpretar. El responsable de personal no llevaba su habitual corbata, se había descamisao. No supe si era un signo, tampoco pensé más.
Los gritos continuaban en el exterior del edificio, de vez en cuando la otra chica se asomaba a la ventana para ver cómo iba la cosa.
- Esto parece la guerra!!
- Sí, -soltamos la carcajada las dos.
Cuando los gritos aumentaron nos acercamos al otro lado del edificio en donde está el despacho del máximo responsable de éste área.
- Qué queréis que os diga? ojalá pudiera deciros algo. Si vienen hacemos como el otro día, cogemos nuestras cosas y nos bajamos y listo. No les provocamos y listo. Qué queréis que os diga. Ya sabéis lo que hay.
La otra chica y yo estuvimos un rato por allí, oyendo a los cuatro que quedaban del otro Departamento comentando las viejas hazañas de otros tiempos en los que hasta la policía entró en el recinto a dar guantazos. Menudas historias...
- Nos vamos a nuestro sitio, aprovechamos y te pregunto unos campos que necesito del ERP para la aplicación que estoy desarrollando y si vienen, cogemos los bolsos y seguimos hablando fuera.
- Venga -me respondió confiada.
Ahora son algo más de las dos de la tarde, la movilización ha terminado hace algo más de una hora. Algunos pocos de los que se largaron asustados han vuelto, no sé si con o sin coche. El responsable de ésto también ha regresado con su portatil en mano. Todos han comentado los sucesos, tenían muchas cosas que contar al parecer se producen muchas anécdotas en estas situaciones y cada cual traía la suya para aportar al grupo.
La otra chica y yo seguimos trabajando.
sábado, 28 de junio de 2003
viernes, 27 de junio de 2003
Desde el Sur, antes de que llegasen los vientos y las lluvias.
Antes de que llegasen los vientos y las lluvias, llegaron a mi mesa de estas oficinas dos representantes del Comité de Empresa del Sindicato al que pertenezco. Como siempre, su sola presencia en este espacio causó algo de desasosiego entre la gente que me rodea. Era como una especie de turbulencia alrededor, pero pasó pronto. Una de estas personas era el Presidente del Comité de Empresa que me invitaba a asistir al día siguiente a una reunión con un alto cargo del sindicato en Madrid en las Aulas de Formación y alguna gente más de la Federación que venían de Madrid. Encantada le dije que asistiría. Al decirle que no sabía dónde estaban las Aulas me ofreció enviar a un compañero para que me acompañase al día siguiente. Y así fue, a las diez en punto de la mañana vino un hombre (como dicen aquí) con cara sonriente que me dijo que se llamaba José, que si yo era Margarita y que si nos íbamos. A todo respondí que sí, claro está.
Antes de coger las gafas de sol le dije al Responsable del sitio en el que me han puesto que durante un rato no iba a estar.
-Voy a una reunión de Comisiones Obreras
-Ah... -como asombrado.
-Dentro de una hora, más o menos, estaré aquí.
-Nada, nada... lo que necesites.
-Hasta ahora.
-Hasta ahora.
Y me marché con mi nuevo acompañante con el que rápidamente encontré un tema fácil de conversación con el que hacerme el trayecto que nos separaba hasta el lugar de la reunión.
Había que coger una furgoneta; ya me habían hablado de ella. Es una furgoneta acorde con los trayectos que recorre, no se podía esperar otra cosa. Se llenó de gente en mangas de camisa y a todos nos llevó hasta la nave de las Aulas de Formación. Con un día tan claro, tan templado, daba gusto andar por ahí fuera y tomar un poco de conciencia del sitio en el que una trabaja.
Tiempo de espera al Sol, se retrasaban los visitantes de Madrid, la gente sin prisas, yo intentando tomar pulsos con alguna que otra pregunta a mi nuevo amigo y a algún otro que tímidamente se acercaba. Pasaba el tiempo y las únicas personas que se incorporaban eran hombres, con monos o sin ellos pero hombres. Y uno de los que llegó, sin mono, con cazadora de napa se me medio abalanzó y, sin darme tiempo ni a reaccionar, me largó dos besos con mucha soltura. Pensé que igual me conocía de antes, pero no. Se presentó y me justificó su tardanza porque, según él, habían aprovechado su visita para montarle un pollo al Director que esas cosas le hacen falta de vez en cuando. Qué cosas, pensé. El caso fue que entramos en las Aulas, me senté en una discreta segunda fila y con toda tranquilidad me dispuse a enterarme de lo que contasen estas gentes. En la mesa se sentaron el Presidente del Comité, el alto cargo del sindicato de Madrid y el tipo de los besos sueltos. El primero de ellos comenzó la reunión saludando cordialmente.
-Bueno, vamos a comenzar, quiero saludar a todos y.... a toda y tengo que decir que me alegro que haya alguna mujer, compañera, entre nosotros.
Y contó sus cosas.
Al rato, cedió la palabra a el alto cargo del sindicato de Madrid el cual comenzó también con el esperado saludo.
-Buenos días a todos y a... toda, como siempre es un placer venir a esta tierra... bla bla... bla bla...
Una vez hubo terminado, el que me había largado los dos besos, se dirigió al personal abriendo su perorata.
-Ante todo saludaros a todos y a to...da, como ya sabéis... tirirí.... tirirán...
Claro está, una vez que hubo terminado la reunión y ya que los tres se habían dirigido a mí en su saludo inicial percatando a todos de mi presencia por mi condición de mujer, no pude más que acercarme a ellos y agradecerles su atención pero tuve que aclararles que se habían equivocado en mis particularidades ya que no era lo relevante el que yo fuese mujer, sino el que yo soy la única persona en aquélla asamblea perteneciente a la antigua plantilla de la empresa fusionada con ésta otra, adscrita a las Oficinas Centrales de Madrid y Técnico Superior fuera de Convenio y exDelegado Sindical. Eso era lo que realmente me distinguía de los demás, para empezar. No el hecho fisiológico de ser mujer.
Creo que no lo entendieron.
A la vuelta a mi sitio el Responsable de esto se acercó a mi mesa.
-Algún problema, Margarita?
-No, no, ninguno. -y sonreí-
Antes de coger las gafas de sol le dije al Responsable del sitio en el que me han puesto que durante un rato no iba a estar.
-Voy a una reunión de Comisiones Obreras
-Ah... -como asombrado.
-Dentro de una hora, más o menos, estaré aquí.
-Nada, nada... lo que necesites.
-Hasta ahora.
-Hasta ahora.
Y me marché con mi nuevo acompañante con el que rápidamente encontré un tema fácil de conversación con el que hacerme el trayecto que nos separaba hasta el lugar de la reunión.
Había que coger una furgoneta; ya me habían hablado de ella. Es una furgoneta acorde con los trayectos que recorre, no se podía esperar otra cosa. Se llenó de gente en mangas de camisa y a todos nos llevó hasta la nave de las Aulas de Formación. Con un día tan claro, tan templado, daba gusto andar por ahí fuera y tomar un poco de conciencia del sitio en el que una trabaja.
Tiempo de espera al Sol, se retrasaban los visitantes de Madrid, la gente sin prisas, yo intentando tomar pulsos con alguna que otra pregunta a mi nuevo amigo y a algún otro que tímidamente se acercaba. Pasaba el tiempo y las únicas personas que se incorporaban eran hombres, con monos o sin ellos pero hombres. Y uno de los que llegó, sin mono, con cazadora de napa se me medio abalanzó y, sin darme tiempo ni a reaccionar, me largó dos besos con mucha soltura. Pensé que igual me conocía de antes, pero no. Se presentó y me justificó su tardanza porque, según él, habían aprovechado su visita para montarle un pollo al Director que esas cosas le hacen falta de vez en cuando. Qué cosas, pensé. El caso fue que entramos en las Aulas, me senté en una discreta segunda fila y con toda tranquilidad me dispuse a enterarme de lo que contasen estas gentes. En la mesa se sentaron el Presidente del Comité, el alto cargo del sindicato de Madrid y el tipo de los besos sueltos. El primero de ellos comenzó la reunión saludando cordialmente.
-Bueno, vamos a comenzar, quiero saludar a todos y.... a toda y tengo que decir que me alegro que haya alguna mujer, compañera, entre nosotros.
Y contó sus cosas.
Al rato, cedió la palabra a el alto cargo del sindicato de Madrid el cual comenzó también con el esperado saludo.
-Buenos días a todos y a... toda, como siempre es un placer venir a esta tierra... bla bla... bla bla...
Una vez hubo terminado, el que me había largado los dos besos, se dirigió al personal abriendo su perorata.
-Ante todo saludaros a todos y a to...da, como ya sabéis... tirirí.... tirirán...
Claro está, una vez que hubo terminado la reunión y ya que los tres se habían dirigido a mí en su saludo inicial percatando a todos de mi presencia por mi condición de mujer, no pude más que acercarme a ellos y agradecerles su atención pero tuve que aclararles que se habían equivocado en mis particularidades ya que no era lo relevante el que yo fuese mujer, sino el que yo soy la única persona en aquélla asamblea perteneciente a la antigua plantilla de la empresa fusionada con ésta otra, adscrita a las Oficinas Centrales de Madrid y Técnico Superior fuera de Convenio y exDelegado Sindical. Eso era lo que realmente me distinguía de los demás, para empezar. No el hecho fisiológico de ser mujer.
Creo que no lo entendieron.
A la vuelta a mi sitio el Responsable de esto se acercó a mi mesa.
-Algún problema, Margarita?
-No, no, ninguno. -y sonreí-
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